Llega el verano. Enflaquecen los periódicos, lo que no hemos conseguido en gimnasios ni comiendo lechuga lo consigue los diarios cuando aparece el sol. Los inventores de frases llaman ola de calor a lo que antes llamábamos verano, las cosas se repiten empleando frases adorandas, para eso algunos escritores hacen semanalmente una columna y otros, aficionados, escribimos cartas al director en busca de la columna que no llega. La actualidad es rápida. ¿Dónde esta ahora Escobar? Dentro de unos días recordaremos más al Escobar del carro que al del remo. La política, igual que el puchero, no son platos de verano. Ahora hablamos más del calor, del asesinato de Logrosán, de la victoria de Alonso, de Contador. Noticias que son más frescas y sencillas para unas fatigadas cabezas que piensan más en chiringuitos y mar, en la fascinación de la nada, que en problemas. La política sigue ahí, ahora con un nuevo traje azul con lunares rojo deseando subirse al escenario para mostrarnos toda su fortaleza y capacidad. En ocasiones tomamos a la política a la ligera pero sus decisiones afectan a nuestras vidas y a nuestras formas de vivir. Algunas veces soñamos con lo que podríamos ser cuando solo somos lo que hemos votado. La política no es solo de políticos, la política es nuestra. No la podemos dejar en verano. Aunque en verano, desde el arrullo adormecedor de la chicharra nos aburra como aburre a un mal bachiller tener que estudiar matemáticas.