Se anunciaban temperaturas bajas,un aire siberiano que nos dejaría tiritando. En el frío, igual que en la nieve, se ven estampas nuevas, desconocidas, algunas curiosas. En el temporal pacense una de las cosas que más me llamó la atención fue la resistencia de la adolescencia al bajo cero abrigados con la calurosa fuerza del amor. Mientras los adultos corrían hacia sus casas refugiados en ellos mismos con gorros guantes y bufandas, en un banco de hierro de mi avenida se producía el milagro. Dos adolescentes sentados frente a frente hablaban, se miraban, se tocaban con ternura prescindiendo de todo el ambiente gélido que había en la calle nada podía interrumpir el momento mágico del encuentro con la persona amada. Un banco de hierro, en mitad del frío, era testigo mudo en la gélida noche de tiernas palabras y apasionados arrumacos. promesa de amor para toda la vida que durará lo que dure: un curso un mes o una semana. Una capa de protección contra el frío generada por miradas de embobamiento al calor de de unos manos que se juntan dos adolescentes impasibles a todo lo que pasa junto a ellos, una fuerza que ni las crueldades de la naturaleza son capaces de vencer .Mientras tanto, en la televisión en la radio y en los periódicos alertan de las consecuencias del temporal y dan los consejos necesarios para no perecer en la catástrofe.
El sábado más frío del año, el amor de dos adolescentes resguardó del temporal a un banco de hierro de mi calle con el fuego vivo de la pasión.