Un local dificil de clasificar. Una mezcla de tasca, bar de barrio y pub con luz que nació cuando su propietario tuvo la habilidad de cambiar las costumbres de muchos clientes de aquella mítica discoteca, moustahce, donde trabajaba los fines de semana. El mustache, emblemático lugar donde una generación se divirtio y sufrío y de donde surgieron negocios matrimonios, divorcios y amigos para siempre.El local donde iba toda una generación: los que tenían dinero y los que iban flojos, los guapos con pedigrí y los pobres con pretensiones. Su mejor camarero, Pedro Noriega, abrio un bar de cañas donde muchos aprendimos que alternar de día tomando jarras de cerveceza acompañados con aperitivos era una buena alternativa a la discoteca noturna donde respirabamos humo con sudor y tomamos cubalibres sin sed. Hora 25 fue un bar de facil acceso sin necesidad de tener que atravesar la caprichosa barrera de un portero que decidía si podías entrar o no dependiendo de tu calzado o de si tu cazadora era lo suficientemente pija para impregnarse con el humo cancerigeno del tabaco rubio americano que fumaban los falsos ricos del lugar. El portero distinguía el que tenía pasta del que estaba tieso y en algunos ocasiones dividian a las pandillas más que una discusión.Hoy, que el tiempo ha pasado, muchos de los clientes de hora 25 siguen siendo los de entonces. Aquellos muchachos que un día se comían la ciudad ahora son padres de familias, algunos abuelos que ya no bailan a ritmo de Travolta ni Boney M pero que siguen frecuentando el bar donde nos enseñaron a beber y comer, a preguntar ¿estudia o trabaja? con la luz del día, sin máscaras de grandeza en madrugadas de alcohol y con el deseo de la cabeza anulado en una bragueta anestesiada. En hora 25 aprendimos a mostrarnos como eramos; sin la mentira del maquillaje noturno, sin la bola que giraba haciendonos creer,con los destellos de colores, que eramos dandis capaces de conquistar a la más guapa, a la más lista,a la más rica vendiendole la mejor biografía maquillada con la complicidad de la oscuridad y la osadía del gin toni, algunas veces nos atreviamos a intentar conquistar aquella muchacha alta de pantalones ceñidas y escote de vértigo y que era inacesible para estudiantes sin descapotable. El hora 25 mezcla a los que usan palillos y seda dental a los que beben vinos en vasos chicos y los que beben en copas grandes con mucha liturgia de olores,y miradas al trasluz. Espertos y aficionados que beben del mismo tarro. Hora 25 es el lugar donde cada uno es como es porque gracias a él descubrimos, que algunas veces, las cosas son como parecen.