Ya hay muchos que no se acuerdan de cuando no existía el botellón, igual que hay otros que no recuerdan cuando no teníamos democracia. Ahora,todas las fiestas de Badajoz,ya sean recientes como los palomos o tradicionales como San Juan, terminan en un gigantesco botellón.
Hubo un tiempo en el que los jóvenes se divertián de otra manera aunque el fin fuese el mismo. Desde el Arcipreste de Hita hasta nuestros días, casi todos los hombres han tenido como objetivo el “arrejuntamiento con hembra placentera”. Cuando nos aproximamos al sexo contrario, el arma de de seducción más eficaz es tener una buena labia. La retórica,aunque parezca encaminada a la exaltación del espíritu,el único fin que tiene es satisfacer la bragueta.
Antes, muchos pacenses,ibamos a los pueblos donde había discotecas de verano. Un aliciente de las vacaciones eran las forasteras. Pensabamos que esas muchachas nacidas en el País Vasco o Cataluña, de padres extremeños, tenían un nivel superior, como si vinieran de la pasarela de la fábrica de montaje a lucir cuerpos métalicos ejerciendo su magnetismo con olor a horas de curro, dominando un vocabulario fino, de pronunciaciones perfectas, terminado las palabras y haciendo sonar las eses. Por aquellos entonces todavía no conocíamos a Ibarra, ni se había puesto de moda el orgullo de hablar en extremeño. Ellas eran de nuestra edad pero parecián mayores. A ellas yha les había llegado la libertad de mente, una cosa que viajaba en trenes que siempre paraban en Madrid, igual que ahora.
Para ligar lo importante era tener pico de oro, Cada noche de sábado inventabas tu propia biografía jugándote un revolcón. La suerte o mala suerte dependía de un instante, del lugar que ocuparas en la barra, de quien estaba a tu lado. Algunos,los más vivos, usaban la estrategia de colocarse en el mejor sitio del bar o de la pista de baile, otros, lo dejaban al azar. Los más seguros; los altos, delgados y atléticos no les hacía falta ninguna colocación, ni siquiera hablar-en alguna ocasión me he encontrado con algunos de aquellos, ahora calvos y panzones,paseando por las barras su alcoholismo silencioso- Los guapos, no tenía estrategia porque la estrategía era su cuerpo. Los demás, utilizabamos un lenguaje sonoro, como dictado por Ruben Dario, algunas veces cursi, había veces que te sorprendias a ti mismo diciendo palabras de las que desconocías su significado y que se podían volver en tu contra.
También estaban los que no iban a la discoteca y alucinaban con Leño y sus manera de vivir. Pero esa es otras historia, más densa, más de invierno.