Alonso de la Torre publica seis días a la semana y el séptimo descansa. Tanto son los temas que ha tratado que me ha pisado alguno. Dos son los que más me han afectado: uno el de funcionarios que trabajan enfermos, ya lo tenía escrito. Me sigue indignado esa ley que descuentan la paga durante las bajas laborales.
La mayoría de funcionarios son auxiliares administrativos, bedeles, celadores… personas que no tiene grandes sueldos y que están metidos en un engranaje circular diseñada para que paguen lo que reciben. El funcionario divide la nómina en varias partes: hipoteca a 30 años, colegios, coche, Mercadona, Carrefur, Faro. Si enferma, por ejemplo, una gripe, la baja laboral le supone dejar de pagar alguna de estas partidas porque descuentan una cantidad importante.
El primero que coge la gripe, en lugar de quedarse en casa como manda el protocolo médico, va a la oficina y contagia a los demás. También puede que usted vaya a hacer cualquier gestión y salga con un trancazo. La imagen de muchas administraciones, en esta pasada epidemia, ha sido la del trabajador tosiendo, moqueando o con el desmadejamiento que provoca la fiebre.
Supongo que el fin de descontar sueldo en las incapacidades temporales es el de cazar a los profesionales de las baja. Yo, en mi vida laboral, he conocido a dos, son fáciles de detectar. Con el actual sistema estos individuos también buscan las vueltas para conseguir bajas sin que les descuenten, o bien simulan accidentes laborales u otros trapicheos legales que conocen al dedillo mientras que los perjudicados siguen siendo el 98% de funcionarios honrados. Recuerdo a un maestro que cuando no sabía quien había tirado la piedra castigaba a toda la clase sin buscar al culpable.
El otro artículo ha sido sobre un restaurante portugués que frecuentaba. Una tasquita típica próxima a Badajoz desconocida por la mayoría de pacenses. Era raro encontrar en su austero comedor a españoles. pero desde que lo ha sacado en el periódico Alonso de la Torre, hay cola de hasta treinta personas para entrar. Un sitio que ha perdido el encanto del silencio portugués convirtiéndose en otro Cristo de colas interminables.
Recuerdo que yo escribí en varias ocasiones del Galeón, una tasquita al lado de mi Centro de Salud donde iba a desayunar pero no por eso aumento la clientela, al contrario, cerró por falta de negocio. Así que aquellos que me dicen: tu que escribes en el periódico podías hablar de…les recomiendo que se lo cuenten a Alonso de la Torre si quieren que tenga repercusión.