Me da una mano, en la otra lleva la mochila de Mike Mouse. Salimos a la calle y empieza a cantar” Pipi Pipi Lastron Pipilota soy”. Vamos despacio. Pasamos por los caballitos que hay en la tienda del boulevar; Paramos en el semáforo, no cruzamos hasta que el muñeco se pone en verde. Nos paramos para ver pasar a un camión grande,un tractor amarillo, una bici de carreras. Una señora sonríe cuando la ve “que guapa con esos rizos”. Miro de reojo el McDonald,s al que tendré que ir en más de una ocasión en contra de mi voluntad. Pasamos por el árbol de las hojas grandes. Vemos las palomas a las que le dimos gusanitos el domingo en Castelar, nos paramos a mirar como vuelan hasta subir al tejado. Papa, ¿yo no puedo volar? En la
guardería nos espera Nieves, Raquel Lorena… Le doy un beso, me da un beso y empiezo a desandar el camino que ha dejado de ser mágico. Ya no hay árboles de hojas grandes, ni pipi vuela en su caballo, ni las palomas comen gusanitos, ni Caperucita coge flores del bosque. Ahora atravieso un desierto hostil con prisa. Cruzo el semáforo en rojo. Me encuentro con gente que no conozco, todos van rápido, con cara seria. Nadie saluda a nadie. Una chiha choca con la farola mientras teclea en el móvil. Le doy los buenos días a una vecina, me mira con cara rara, como si estuviera loco. Conductores tensos agarrados a sus volantes miran el reloj cada vez que el semáforo los para. Veo al hombre que por las tardes busca en los contenedores de basura del supermercado, es el único que va andando despacio, este si me sonríe, luego extiende la mano. Corren los pobres de espíritu se paran los pobres de pan.
Alicia se hará grande sin darme cuenta. Un día dejará de disfrutar la magia de las cosas para formar parte de la vorágine de la vida.