Crisis, esa maldita palabra que se ha colado en nuestro vocabulario como los nenúfares en el Guadiana dando al trasto con la ilusión de muchos sueños,proyectos y apuestas personales. Surgió el emprendedor de la estéril tierra del paro. Emergió de la nada el que confunde yelmo con bacía y molinos con gigantes retando a la suerte: una hiedra venenosa que concede sus favores a uno y desprecia a miles. Detrás de cada fracaso hay una ilusión perdida, una persona, una familia, un caerse para volver a levantarse y volver a caer y siempre volver a levantarse. Es la forma de vivir del creativo, del que tiene una idea y la trabaja hasta la extenuación dedicándole horas, días,meses, como una obsesión para que luego, algunas veces, se derrumbe como un castillo de arena,como miles de fichas de dominó que se arrastran unas a otras. Época de crisis, de tiendas que abren y cierran, kioscos de prensa que se oxidan, abogados que pasan hambre, aparejadores que venden pollos asados. Un paisaje que parecía imposible en nuestra
frondosa comodidad hipotecaria de bloques de pisos de hasta nueve plantas.
Podría ser cualquier otro, pero hoy me he fijado en el Dropo de Zafra o en Federico López Pellisa que viene a ser lo mismo. Inventor de ese prodigio gastronómico en uno de nuestros pueblos más bonitos. El Dropo situado en pleno casco histórico, un local no solo se valora por lo que vale también por lo que le rodea. Platos nuevos, conciertos, cenas con violín, canta-autores, flamenco, exposiciones, cuenta-cuentos; arte en la cocina, en el comedor, en el trato, en su diseño; un placer para el paladar, para la belleza,para todos los sentidos; una joya en el corazón de esa otra joya que es Zafra, pero el Dropo también desapareció.
Locales que siguen cerrando, que siguen golpeando a nuestra juventud hasta dar con ellos en la lona. Ahora que más del 50% de la población tiene más de 50 años y nuestros jóvenes, los más preparados, tienen que marcharse fuera, es el momento de apoyar a aquellos que tengan ideas y ganas y quieran quedarse entre nosotros, con su gente,con su familia,en su entorno,en nuestra Seguridad Social,en nuestra caja de pensiones, entre nuestros impuestos, en nuestras vidas para ayudarnos a seguir caminando y no quedarnos sentados cada tarde en los bancos de los pueblos con la mirada perdida en el horizonte preguntándonos ¿estarán bien?