Cuatro tardes a la semana cruzaba Badajoz con una bolsa de deporte camino del campo de la Federación para entrenar con el Flechas Negras. Los bares estaban llenos de hombres fumando y tomando vino. Las mujeres hacían la cena en casa. Nadie iba en chándal por la calle y a los pocos que corrían en pantalón corto se le etiquetaba de raros o locos. Hace tantos años de aquello, que el 20N era un día más. Hoy, cualquier tarde de diario, los bares están casi vacíos, ya nadie fuma dentro, excepto en algunos. La calle se ha transformado en una fiesta de colores alegres y centelleantes; pantalones cortos, mallas ajustadas, camisetas reflectantes; personas andando, corriendo, en patines y bicicletas; Hombres, mujeres, mayores y jóvenes. El paisaje urbano ha cambiado transformado aquellos colores tristes de hombres vestidos de gris que consumían sus horas de ocio y de vida en el interior de un vaso, aumentando en las estadísticas el número de viudas.
Ahora, desde hace algunos años, en Badajoz tenemos el polideportivo de La Granadilla siempre lleno de deportistas: los que corren por el camino de tierra, los que lo hacen por la hierba, los del rugby que mueven sus más de cien quilos por el césped como elefantes en estampida, los del fútbol que están en todas partes, los nuevos y los de siempre: Manolo Unión, Tina María Ramos, Antonio Villar, Juan José Nuñez…
Los corredores populares corren por el placer de correr. Gozan cada kilómetro sin tener la necesidad de llegar primero, de competir. Es la fórmula para disfrutar las carreras, también de la vida. Los hay de todos tipo: Solitarios que corren sin estar pendiente de otros. los que se dejan llevar por el grupo, los que se aíslan con auriculares, los que van escuchando los sonidos del campo, de su corazón, de sus pensamientos