Estaba comprando en el Super Sol que ya no se llama así. Cansado de cambios de propietario lo llamo por el nombre con el que lo conocí por primera vez. Recorría los pasillos pensando en un tema para escribir. Me rondaba por la cabeza lo de unas nuevas elecciones. Los líderes nacionales no han llegado a ningún consenso con lo fácil que ha sido para todos los partidos de Badajoz acordar subir el sueldo de sus Concejales. Le daba vueltas a la actualidad cuando de repente las vi en la sección de frutería: guapas, altas, delgadas, las dos tenían el pelo negro y sedoso; cada vez que giraban la cabeza se movían como a cámara lenta como si aquello fuera un anuncio de champú. Dos jóvenes elegantes. Dos diosas que parecían haberse escapado de la pasarela para mezclarse con la cotidianidad del supermercado; dos Venus de la belleza que desprendían sensualidad y deseo con cada paso, con cada movimiento; Dos ángeles caídos del cielo que se movían dentro de los tacones con una naturalidad que parecían una prolongación del pie, como si hubiesen nacido dentro de ellos. Las dos estaban delante de mi en la cola de la caja colocando en la cinta,con la suavidad de sus largos y delgados dedos, yogures light, leche desnatada, cocacola zero… todo era perfecto hasta que una de ellas dijo “Joder tía, hace un calor que te cagas” la otra contestó “es chica”. En un momento se rompió toda la magia. La realidad se impuso a la fantasía. Las diosas se transformaron en terrenales y pensé que la falsedad de la belleza se asemeja a las mentiras de las promesas. Las apariencias engañan, ¿a qué suena bien manos limpias? Las cosas no son lo que parecen, bueno, excepto Rita Barbera que es lo que parece. Obnubilado por los cinco minutos de magia de las modelos perdí el hilo de mis pensamiento. Mis dedos comenzaron a deslizarse sobre el teclado con la dudas de siempre para contar solo cosas que veo y que siento.