Un corazón vaga solo entre la gente. Camina sin destino ante la indiferencia de los demás en un desierto gélido de almas donde nadie importa a nadie. Hace tiempo que dejó de tener lunes, martes... vive en días sin nombre. Deambula sin rumbo explorando senderos desconocidos, perdido entre una multitud de personas con bolsas llenas en las manos que se dirigen a sus cálidos hogares. Algunas veces, el líquido tinto del tetrabrik, quita el frío y le hace sentirse dentro del mundo aunque siga siendo invisible para todos.
Oscurece. Cae la noche como una losa. Sentado en el banco de madera observa como se encienden las luces dentro de las casas. Mientras tanto, él, sigue descubriendo bares de vino barato, conociendo corazones tan heridos como el suyo en noches desesperadas de alcohol y silencio, para regresar al vacío helador de una casa de cartón tan frágil y desprotegida como sus pensamientos, cada vez más huecos, cada vez más confusos. Duerme acompañado por el silencio de una radio sin pilas que no habla. Duerme sin un susurro, sin unos brazos que le abracen, sin nadie que le toque, sin caricias en el cuerpo, ni en el alma.