El Sol asoma cada año más temprano, más fuerte y altanero, con más fuego en su interior, repartiendo rayos como palos por el sur. Sube la temperatura y mi lápiz, ligero de ropa, no se agarra al papel igual que cuando lleva encima todo el peso del abrigo invernal. Un lápiz liviano garabatea sin forma ni ideas. No tengo nada que decir, nada entre manos y menos en el pensamiento, solo esta pesadez que inunda mi cabeza con el daño de un sol que cae como una enorme piedra sin imaginación gritando: ¡ vacaciones! Intento escribir cerrando los ojos para oír el frío de la lluvia de meses pasados pero el calor se posa en mi ánimo anulando el viaje de regreso a noviembre, paralizando mi pensamiento. Aunque intente prescindir de este fuego no me deja, no puedo, se adhiere a la piel como una pesada carga, como una cuerda que me ata y me convierte en un ser inútil, lento y torpe, como un astronauta dentro de un escafandra.
Verano de bichos, de mosquitos, de cucarachas rojas, de chicharras invisibles y monótonas. Veranos de coches descapotables con cabezas descapotadas.
Empieza a llegar el calor de Badajoz a mi cabeza como una enfermedad neurológica. No tengo cuerpo ni para escribir sobre las ambulancias baratas de Tenorio, ni de que lo barato sale caro,ni siquiera de poner el ejemplo de los vigilantes de centros sanitarios, esos a los que su nueva empresa, también barata, les quieren rebajar 200 euros mensuales. ¡ay los trabajadores!, siempre los trabajadores. Alguien tendrá que pagar la diferencia entre un precio y otro y nadie mejor que ellos.
En verano vivo en un error geográfico. Tendría que ir al norte si no quiero renunciar al veneno de la tinta, ni a la nicotina que desprende el teclado. ¿Y por la noche?, me preguntan. La noche es peor. El sonido de las horas se hace más metálico, pesa como un bloque de acero que cae en el alma. Cuando el reloj anuncia las doce queda todavía muchos tic tac para alcanzar la siguiente hora. El sueño desaparece cubriendo de sudor la nuca, y algunas veces, en este trance extraño, como una fiebre, viene a la mente el pensamiento del sueño eterno.
El sol me roba tardes delante del papel donde uno sueña con poder ser otros y algunas veces con ser quién quiero ser.