Desde Badajoz sale los domingos un autobús de hombres y mujeres vestidos con gorras, pantalones de bolsillos laterales, mochilas y ganas de escapar de los malos humos de la ciudad para hacer ejercicio y respirar naturaleza a esa hora donde la mayoría de las personas están remoloneando en la cama. Me apunté a una ruta con la intención de escribir este artículo. El día elegido tocaba Monfragüe. Había visto el recorrido en el blog del HOY “Senderos de Extremadura”.
Estuve a las 8 de la mañana en la parada de autobús, frente de la parroquia de San José uniformado: estrené un pantalón de muchos bolsillos, unas botas y un palo de andar. Llegué “sobrao”con la misma seguridad que iba a las rutas cuando corría maratones. Uno no es consciente del paso del tiempo. Hace dos años que no corro, además he ganado algunos kilos.
Después de tres horas de viaje llegamos a Serradilla donde vimos el famoso Cristo de la Victoria. Empezamos la caminata. Un kilómetro y medio de cuesta me devolvió a la realidad de mi peso y de mi inactividad, pero ya era tarde para volver atrás. Había que continuar. Tocaba sufrir. Una subida, una bajada… y así, subiendo y bajando caminos de tierra y piedra completé los 14 km. del recorrido soportando el fuego del calor de primeros de noviembre, que es el mismo calor que hacía años atrás a últimos de agosto. El campo estaba seco, el río Tajo en los huesos y yo exhausto. Este año el otoño es una palabra sin color. Cuando terminé la ruta y llegué a mi destino, Villareal de San Carlos, pedí la botella de agua y la jarra de cerveza más grande del bar. Me senté. Una vez sentado ya no podía levantarme pero tuve que hacer un último esfuerzo para volver al autobús que estaba aparcado en el punto más alto del pueblo. Tres horas de carretera con los pies palpitando dentro de las botas con la misma fuerza como me palpitó el corazón mientras subía la Sierra de Santa Catalina.
Prometo volver más entrenado y más ligero para disfrutar en lugar de sufrir y contarlo en un nuevo artículo.
Cuando llegué a casa me había quedado la radio puesta. Seguían hablando de Puigdemont pero en ese momento me importaba más mi inconsciente locura que la suya y me puse a escribir este artículo.