La tarde lenta corre deprisa por encima de las páginas, por encima de los lapices que como animales al acecho aguardan que pase la palabra exacta. La fotografía perfecta. La tarde vuela atrapada en una idea, en un un sentimiento que se enreda en lo más profundo de los pliegues del alma queriendo exteriorizar en un grito su dolor mudo de rabia. Un quejio, el primer trago de vino, ese primer encuentro. La tarde simula detenerse mientras avanza veloz por ligeros raíles buscando precipitadamente las horas, las 7 las 8 las 9. Horas que empujan sobre páginas vacías antes de que llegue el sueño, y el sueño llega. Entonces, en la radio, encuentro la respuesta: Es el perdón en lugar de la venganza lo que hace que salga de nuestros corazones ese grito del dolor y que salga para siempre esa bruja mala.