Me asomo a la terraza que está encima del último piso. Miro el cruce desde arriba. Desde el plano cenital veo los techos de los coches. Todos respetan los semáforos. Pasan los que están verde, paran los de rojo. Circulan coches en un sentido, otros en sentido contrario, nadie choca. Las personas que van andando por la acera se cruzan, paran en los escaparate, hablan con el de al lado, se saludan sin tropezar con el de enfrente. Igual que en un baile sincronizado cada uno sabe lo que tiene que hacer para no interrumpir la marcha del otro. Sin embargo, noto algo raro en el ambiente,un caos que no se ve, quizás puede parecerse a la inquietud. Como si esto en cualquier momento se fuera al garete. Se respira una especie de desconfianza, se nota que algo no va bien, hay un denso pesimismo.
En la calle se preguntan: ¿a quien votamos? Una duda peligrosa, como si ninguna candidatura convenciera, menos convencen los líderes. No sé donde quebró la ilusión por votar. Quizás la culpa fue por un exceso de confianza de nuestra parte. Durante mucho tiempo se dijo aquello de “la política para los políticos”. Lo dejamos todo en sus manos. Fue cuando algunos, demasiados, trabajaron más por su beneficio que por el de la colectividad. La política es de todos, la política es la vida.
Esa armonía de conductores y peatones, de jóvenes y mayores, de hombre y mujeres, de listos y torpes que se organizan para circular sin dificultad en la cotidianidad del día a día no existe en los despachos políticos, donde da la sensación que se crean más problemas que soluciones.Veo desde la terraza como un padre enseña a un hijo a montar en bicicleta sin ruedines, una chica joven enciende un cigarro, un perro mea en la rueda de un coche. Cada vez hay más perros. Se respira una sensación de soledad, cada vez se ven a más personas paseando con perros que cuando llegan a casa por la noche, solos, llenan la madrugada de wasap, de mensajes que cruzan por calles vacías de la ciudad con un te quiero, o te echo de menos, me gustaría que estuvieras aquí, a mi lado. Cada vez hay más personas viviendo con un perro para que les haga compañía. Cada vez hay más gente sola, conectada a un móvil.