Por aquellos años San Francisco era San Paco. Lo frecuentaban la ciudadanía más inquieta y alternativa de la ciudad. Jóvenes con barba y pelo largo que llevaban debajo del brazo discos de Paco Ibañez, Jarcha,Víctor Jara, o el País… La Kaita era casi una niña y ya tenía la voz quebrada por la vida. Cantaba tangos y jaleos sentada en el bordillo del kiosco de la música donde peces de colores nadaban ajenos a lo que se veía venir. El Nena tocaba la guitarra, el Nervio bailaba. Un poco más allá Leoni y Penco jugaban a ser actores y luego lo fueron y crearon Suripanta. En San Francisco olía a bocadillos de calamares y hachís. A pantalones vaqueros y a comunistas. ¡Agua! Gritaban cuando algún secreta husmeaba por allí. Todos se alteraban porque no se sabía si iban a por los camellos o a por los rojos.
La Fura dels Baus actuó en la cárcel antes de ser el MEIAC. El Corte Inglés era el “lejío de los chinatos”, un terreno de piedras lleno de bares donde se ligaba con intención de buscar una pareja para el matrimonio. Era el Tinder de aquellos años. Las relaciones prematrimoniales se consumaban en el asiento de atrás de los R5, 127 y hasta 600. Cosas de “puretas” decían los que iban a la calle Zurbarán, el lugar donde estaba el ambiente cultural y progre de la ciudad. Franco vivía y los españoles malvivían.
Nos separaba de Portugal una frontera con guardia civiles y guardiñas, también la moneda. Un hombre cambiaba en la puerta de Galerías Preciados pesetas por escudos. En la parada del Leda una gitana vestida de negro vendía café de contrabando. Un hombre cobraba un duro en la puerta del dni por rellenar los papeles a los que no sabían escribir. En San Juan había una sala de juegos con futbolines y billar, donde iban los estudiantes del Zurbarán, todos niños. Algunos subían hasta la tienda de la Paloma a leer el chiste que cambiaban cada día.
La gente empezaba a protestar, a manifestarse. Un día le dieron un pelotazo a un joven barbudo que había a mi lado en una manifestación, cayó al suelo. Aquel día me di cuenta de que aquello iba en serio. Que todo aquel jaleo no era para saltarnos las clases si no para poder votar. Hoy, después de aquello, me encuentro con muchos que dicen que no van a votar, están decepcionados con los políticos y con el sistema que han modelado para los privilegios de los que gobiernan. ¿A quién vamos a votar?, dicen los que pelearon por poder hacerlo.
Que rápido pasa el tiempo, que frágil es la memoria.