Un sábado tedioso de junio que de pronto pierde su anchura. Empieza a oscurecer. Una tormenta refresca la tarde pegajosa e improductiva para cualquier actividad física y mental. Aprovecho la victoria de las nubes sobre el sol para escribir una nueva Plaza Alta. Siempre voy unos días detrás de Plácido Ramírez. El poeta que tiene una calle en su pueblo y que escribe unas columnas cargadas de poesía.
Quería escribir sobre la pastelería Rosan, la del pasaje de Zafer. Tina y Alfonsi se han jubilado, han cerrado el local. Dos mujeres que endulzaron el barrio con simpatía y tartas. Cuando era joven me llamaba la atención cada vez que las veía haciendo dulces a través de un cristal. Lo que antes era opaco se convirtió en transparente. Se podía ver la magia de transformar una masa sin forma en medias lunas o en bollos que luego rellenaban de nata con la manga pastelera. Recuerdo lo bien que olía la calle a pan recién hecho, antes que el pasaje se convirtiera en paredes pintadas de grafitis, y los pasajes laterales rezumando olor a orina, hachís y cervezas de litro, a pesar de eso el pasaje principal, sigue siendo, gracias a la pastelería, un lugar amable, con vida, que sirve para pasar de la autovía a la calle La Maya. Una zona de tiendas de barrio.
En la calle la Maya está el ultramarino Inmaculada, ahora lo llevan los tres hijos. Pepe el “pescaero” que además de haber sido mi primer entrenador de fútbol y directivo del Badajoz tenía una de las pescaderías más populares de Pardaleras. En el pasaje, haciendo esquina con la autovía, está la droguería Meli, donde Julio trata con una exquisita amabilidad y profesionalidad a todos los clientes del barrio y a los que ya se han ido a vivir a otros lugares y vuelve para recibir sus consejos y novedades de cosméticos y perfumería. El kiosco de Ángel donde compro el HOY .
Ahora con la jubilación de Tina y Alfonsí ha desaparecido parte de mi infancia: medias lunas, las pastas, tartas de cumpleaños, donut caseros, magdalenas… sabores que me trasladaban a la infancia. La panadería donde mi madre compraba el pan todos los días, y pasteles los domingos cuando volvía de misa. La panadería que me recuerda a mis padres y hermanos, Con esta jubilación termina otra parte entrañable del pasado.