De repente oí un ruido seco. Un hombre de mediana edad había chocado contra una farola en una calle próxima a Puerta Palma. El hombre caminaba mirado el móvil cuando de pronto encontró una farola en su trayecto. Después del aturdimiento inicial, adopto un porte digno, miró con movimientos rápidos de ojos y cabeza para comprobar quien lo habían visto y siguió mirando la pantalla. Son esos instantes en los que duele más el ridículo que el daño que te hayas hecho. Como sería el golpe que hasta un hombre que siempre va andando por la calle rápido, al estilo Rajoy. Paró al escuchar el golpe y se quedó mirando, con lo que los deportistas son para parar cuando van en su máximo esfuerzo.
Muchos jóvenes y no tan jóvenes van por la calle sin importarles lo que pasa a su alrededor como si los envolviese una fina tela aislante que los aparta del mundo, como si caminasen dentro de una burbujas de feria aislados de los demás y del entorno. Cada día veo más personas que caminan mirando la pantalla del móvil sin enterarse ni de quién, ni que pasa a su lado, como si vivieran al margen del suelo que pisan, lejos de su ciudad, ausente de la realidad, de lo tangible.
Hay algunos o muchos, no lo sé, que utilizan el móvil para ligar. Dicen los que están en el mercado, que expresión tan fea, que actualmente la forma de relacionarse es esa. Así me explico la cara que llevan, gesticulando y sonriendo. Una cara de lelos en celo. Quizás será porque en ese momento han recibido un mensaje con una caricia, un beso, un te quiero desde las sobadas teclas de otro móvil. Quizás hayan leído una frase bonita elaborada sin espontaneidad y con mucha intención o copiada de un libro de poemas de amor. No deja de sorprenderme esto. Soy un antiguo que sigo pensando que donde se ponga la tensión del cuerpo a cuerpo no cabe la mentira de una frase, que en esta caso, mientras más elaborada más falsa. Es mejor acariciar un cuerpo femenino que imaginarlo mientras se toca a velocidad de vértigo unas frías y sudorosas teclas.
Se están acabando los que caminan mirando al frente y a pecho descubierto sin que una simple farola interrumpa su idilio.