En Portugal han quitado las mascarillas. Aquí son obligatorias en centros sanitarios, aunque pocos se acuerdan del tapabocas cuando van al médico. La mayoría de pacientes que entran en Hospitales, Centro de Salud o Farmacias no la llevan, en estos casos los proveedores son los sanitarios. Los trabajadores seguimos respirando dentro de esa tela de color azul cielo, aunque su interior sea un oscuro infierno, sobre todo en verano. Una máscara a la que tanta aversión cogimos y que ha contribuido al aumento de las listas de espera en Salud Mental. El ser humano necesita respirar libre, sin impedimentos.
Los compañeros de centros sanitarios no nos reconocemos cuando coincidimos a cara descubierta, rodeado de gente sin taparse en restaurantes, en alguna actuación en el López, cuando estamos entre una multitud viendo procesiones de Semana Santa,o en el Vivero para ver al Badajoz, incluso el domingo en misa de doce.
En Canal Extremadura ponen programas de nuestros pueblos grabados en pandemia donde las personas salen con mascarillas. Produce agobio recordar un tiempo que parece formar parte del pasado, excepto en entre los sanitarios donde aún la pandemia está muy presente.