Aunque algunos sábados voy a Mercadona donde más me gusta comprar es en las tiendas de barrio. Hoy entro en la droguería Meli, que es como entrar en el paraíso de los buenos olores. La droguería sigue llamándose como su primera dueña. El cartel que adorna la fachada dice que abrió en 1973.
La droguería está situada en una esquina del pasaje de Zafer, frente al bar el Punto y un kiosco de prensa que lleva más de un año cerrado.
Julio. Decir Julio es decir Meli, amabilidad, cortesía, educación… No sé si es propietario o empleado pero el negocio lo defiende como suyo. Julio lleva años detrás del mostrador, recibe a sus clientes con una sonrisa, incluso a los que después de probar varios perfumes se van sin comprar. Algunos entran a charlar. Las tiendas pequeñas no solo sirven para que los vecinos tengan productos a mano, también para combatir la soledad de un barrio que ha envejecido. Un barrio que mezcla personas mayores con jóvenes estudiantes y algún sudamericano que trabaja como cuidador. Julio tiene conversación para todos. Entrar en el local produce sosiego por esa simetría de cajas ,botes y frascos ordenados por tamaño, marcas y usos, aunque su colocación obedezca más a criterios de intuición que a las reglas del diseño.