Murió mi padre. A la pena y tristeza por la perdida empieza el calvario de los papeles. Para iniciar todo el trámite tengo que solicitar al juzgado una fe de vida de mi madre, tengo dos posibilidades: una, llevarla en una camilla delante de la funcionaria para que vea que esta viva o llevar un informe del neurólogo en el que diga que, como consecuencia de su enfermad, no se puede desplazar. Opte por la segunda .Me personé en la ventanilla del juzgado de la avenida de Colón, entregue el DNI y el informe. La eficiente funcionaria miró, leyó, buscó y por fin encontró. Esbozó una sonrisa de satisfacción por su perspicacia cuando descubrió el error que con tanto ahinco estuvo buscando, entonces, dijo las palabras temidas por mi.
Pero….
Quizás sea yo el culpable de la situación ya que camino del juzgado, por la Av/ Santa Marina y luego la de Colón, iba pensado: ya verás como después de haber solicitado el día en el trabajo me van a poner pegas con los papeles. Me lo repetía una y otra vez, no era capaz de sacar esa idea negativa de mi cabeza lo mismo que cuando se me metió la canción de torito bravo del Fari y estuve un día entero cantándola. Pensando en ello había predispuesto a que esa situación sucediese. Me puse a temblar cuando estuve frente por frente con aquella señorita que miraba y remiraba el informe. Me dijo, pero… Este informe no esta actualizado, este informe es de hace unos meses, así que tiene usted que traerme uno con fecha de hoy o ayer. No importa encantadora señorita, tuve que contestar, en lugar de enfadarme, ahora mismo acudo a la consulta del neurólogo, que es de fácil acceso, y vuelvo con las mejores de mi sonrisa para mostrárselo. No recordaba que la lista de espera del neurólogo era de 6 meses. No debí indignarme, ni pedir el libro de reclamaciones, debí sonreír bobaliconamente, porque después, todo fue peor. Fui al médico de cabecera, espere la cola hasta el final, me hizo un certificado, fui corriendo, de nuevo, al registro del juzgado. Llegué a la una menos cinco a la misma ventanilla donde estaba la misma señorita, en ese instante, cuando me vio llegar, y como siempre la tostada cae del lado del caldillo, colocó delante de mis narices un cartel grande con el texto CERRADO. Lo siento señor cerramos a la una. Creo que hice mal en molestarme con ese pequeño gesto al colocar el cartel delante de mi. No tuve que haber reclamado la presencia de ningún responsable del servicio, ya que ella hizo una señal al guardia civil que estaba allí y este tuvo la amabilidad de acompañarme hasta la puerta. Que susto me llevé cuando lo pensé fríamente, pudo haber sido peor, y verme con un traje de rayas y una bola de hierro atada al tobillo. No tuve que molestarme. Solo llamar amablemente a mi trabajo y a mi jefe y decirle mañana tampoco voy. Aunque no se. Si con el primer paso no soy capaz de solucionar el papeleo para llegar al final de todo el proceso administrativo quizás tenga que pedir una excedencia.
Hay admirado Larra, nunca te había sentido tan cercano a ti y a tu vuelva usted mañana.