Cuando todavía se acordaba de como se iba del salón a la cocina, de como se hacía la tortilla de patatas y de las palabras que tenía que utilizar para dar cariño y consuelo, no esperaba que años después dirigieses sus pasos. Hoy, calla y mira con indiferencia desde el balcón de unos ojos misteriosos ocupados por un pensamiento vacío. Todas las caras son caras de extraños. Parece que en cualquier momento se va a levantar del sillón para preguntar con esa voz dulce y melodiosa.¿Que quereís cenar esta noche? Que poca importancia le dábamos entonces a esa pregunta,con lo que nos hubiese gustado que sus sacrificadas manos elaborasen aquel pisto que nunca más probamos. La enfermedad se llevó para siempre el recuerdo de los sabores infantiles. Sonríe al nieto como a cualquier niño, sin sentir la fuerza del cordón umbilical de la sangre. Vive sin recuerdos, excepto aquel día en el apareció por un instante la memoria. Se levantó,trajo el mantel de tela y, mientras lo extendía planchándolo suavemente con las manos, dijo: “ Voy hacer unas patatas con carne para que hoy comamos todos juntos”. Después, se sentó en el sillón y quedó definitivamente atrapada en las telarañas del olvido.