En verano, con el calor, da tanta pereza leer como escribir. Uno no sabe bien que tema elegir para enganchar en este mes lento y pesado donde la canícula no deja pensar con claridad.
Hipnotizado con el murmullo de la chicharra que sustituye al estridente claxon de los coches. Me pongo, sin grandes pretensiones, como siempre, a buscar las cuatrocientas palabras de este artículo desde la vista privilegiada de mi buhardilla, retirada de la ciudad,rodeado con muchos de los libros que nunca leeré y con los leídos varias veces y antes de bajar a la sombra de la higuera con Machado pienso en lo diferente que somos en verano. Recuerdo el día que me encontré con mi jefe por la Avenida de Huelva, ese señor estirado de traje y corbata vestía la camiseta de la roja, pantalones cortos de flores y unas chanclas de donde sobresalían unos dedos gordos de águila peluda, me saludo con la distancia de la jerarquía. El hábito no hace al monje pero ayuda.
Los de de la enseñanza también se han dado cuenta de lo improductivo del verano y quieren quitar septiembre como Sabina robo abril a los melancólicos. Los políticos también nos robaron el mes de las extraordinarias, de las rebajas, de las mediodías de cañas. Menos mal, que uno, aquí aislado, esconde la cabeza como las avestruces y no sabe que esta pasando en la ciudad. Una ciudad que dejé abrigada y que descubro, cada vez que voy, colonizada por adolescentes clónicos de ombligos al aire, minishort y pantalones cagaos vagando sin rumbo en una ciudad aburrida, sin ocios, ni cultura. Los coches desaparecen, hay más bicicletas, te multan si vas por la acera y te puedes estrellar si pedaleas por el asfalto, que otra cosa no, pero muchos ya saben lo bien que multan los municipales de Celdran.
Este Agosto los aparcamientos siguen disputados, el personal pacense no ha tomado Matalascañas ni la Antilla como años anteriores Por la noche,cuando bajan las temperaturas, los que todavía pueden, salen a las terrazas de la Urbanizacion Guadiana, de Castelar, de San Francisco buscando el fresquito de la noche igual que los jóvenes buscan el amor en botellones para sellarlos en el puente con un candado.
A mi, me basta la sombra de una higuera, un libro y el portatil para ignorar el calor. Añado para completar las cuatrocientas palabras del artículo de verano una tortilla de patatas y un gazpacho, total, que más me da si yo no vivo del tipo ni tampoco de la escritura, y ya me sobran kilos y también paso de las 400 palabras.