No puedo hablar. Mi médico me ha dado de baja. Siempre he sentido una sensación rara, de injusticia, cuando escuchaba a empresarios decir que no podían darse de baja al ser autónomos”. Nosotros, los funcionarios, tampoco podemos. Nos descuentan. Esto lo ideó algún político con un sueldo de 4000 o 5000 euros para el que 200 o 300 euros al mes no supone nada, quizás la propina que deje en un restaurante, en el caso de que no vaya como invitado. Las personas que no están en condiciones de trabajar tienen dos preocupaciones, una la de su enfermedad, otra cómo llegar a final de mes.
No tengo voz pero si puedo caminar. Elijo un lugar solitario donde no me encuentre con conocidos. Voy al paseo de la margen derecha del río al que acostumbro a ir los fines de semana sorteando deportistas de todas las edades y preparación física. Sin embargo, las mañanas de diario, el escenario cambia y solo me cruzo con algún grupo de jubilados. Si el paseo del río es atractivo los festivos, los días de diario es un paraíso casi solitario donde no hay ni perros sueltos, ni los que están iniciándose en patinaje, ni los que aprenden a montar en bici sin ruedines, ni los que fuman andando,ni los que van con la bici a
toda pastilla, ni los que se paran a hablar en grupo ocupado todo el carril.
El césped está como el de un campo de fútbol antes del partido, huele a hierba fresca. El paseo del río es uno de los lugares más bonito de Badajoz para hacer ejercicio, incluso para hacer vida social, los festivos encuentras a media ciudad paseando igual que hace unos años los encontrabas en los bares bebiendo.
Después de recorrer el paseo a ritmo Rajoy voy a otro lugar silencioso, la Biblioteca Pública. Busco el libro de Ordesa, el libro al que Antonio Tinoco nos llevó desde su columna de los martes. El libro de Manuel Vila no está, lo tienen prestado, muchos lectores lo están buscando. Si alguna vez escribo un libro, me gustaría que Tinoco hablara de él en su columna y Judith Figueiredo lo compartiera en redes sociales. Mientras busco a Manuel Vila, leo en la estantería el tejuelo de Justo Vila,”Luna de agosto” también pendiente de leer. Ya sabemos que necesitaremos varias vidas para leer todo lo que queremos.
Badajoz, en octubre, es una ciudad amable de mañanas silenciosas que te hace olvidar su terrorífico agosto.