Me asomo al balcón. Se oye un niño llorar, un anciano toser. Las luces del semáforo van del rojo al verde, del verde al rojo. Cambian con una precisión de reloj suizo, como si no estuviera pasando nada, pero mientras cambian de color se produce un tiroteo en San Roque, un apuñalamiento en el Rivillas y el virus juega al escondite, ahora aparece en Plasencia, mañana en Sagraja otro día en Zafra, en Badajoz.
Olvidamos las mascarillas. Cada vez son menos quienes la llevan y los que la llevan se protegen la barbilla, el codo o cuelgan de la oreja como un pendiente, otros la llevan en la cabeza como una gorra.
El semáforo sigue su ritmo a esas horas innecesarias en las que no pasan coches, ni peatones, pero cumple con su deber sin relajarse.
Desde el balcón veo el campo en todo su esplendor, miro dentro del salón y siento el agobio del encierro, veo Pekín. Pekín está tan lejos y tan cerca como estaba Wuhan. Por entonces empezamos hacer chistes sobre chinos con mascarillas, hasta que a los pocos días llegó Sánchez y mandó encerrarse, eso no nos hizo tanta gracia. Un confinamiento que por lo que se ve en botellones, playas y celebraciones estamos dispuestos a repetir. No recordamos los días de encierro, cuando nos subíamos por las paredes, las noches de insomnio, los enfermos entubados, los muertos. No nos acordamos del inquietante silencio de la calles solo interrumpido por sirenas de ambulancias, no nos acordamos cuando nos sentíamos atrapado entre cuatro paredes, unas paredes que ahora me recuerdan a aquellos días donde la habitación se achicaba hasta la asfixia cuando llegaba otra noche sin sueño.
Los especialistas dicen que se producirá un repunte con nuevos contagiados y más muertos. Nos llegará ese día por sorpresa, sin esperarlo aunque todos los expertos lo esperan. Hemos perdido el respecto al virus abrazándonos, arremolinándonos. Hacemos cosas que no deberíamos y que no vamos a poder hacer cuando el bicho vuelva hacerse fuerte en nuestras calles.
Yo estoy buscando una casa de alquiler en el campo aunque según dice un reportaje del HOY no queda ninguna. Me conformaré con ver películas largas en televisión. “Lo que el viento se llevó” la tengo grabada.
El semáforo cumple con su obligación del verde al rojo, veremos si un día no se queda para siempre en rojo.