Aquel lunes, igual que todos los lunes, iba al trabajo montado en bicicleta, el reloj marcaba las 7,45, era de noche. En mi ruta diaria pedaleaba por las mismas calles, cruzándome con las mismas personas, saludando a los mismos y de la misma manera, a unos con un buenos días a otros con un gesto. Todas las mañanas eran iguales pero aquel lunes algo rompió la rutina, cuando había recorrido la mitad del trayecto vi la silueta de una persona durmiendo debajo de una manta desgastada en el portal de un local comercial cerrado, creo que antes había sido un banco. El primer día no preste atención. Al día siguiente presté más atención. No se veía resto de botellas de vino en tetrabrik, ni colillas de tabaco, solo unas botas negras, limpias, bien alineadas y colocadas a los pies de un cuerpo encogido. El portal no tenía la suficiente longitud como para estirarse del todo. Sería el cuarto o quinto día cuando la vi por primera vez. Estaba sentada en el umbral. Era una mujer joven de mirada huidiza. Me paré y le di una moneda. Al día siguiente le di otra, el tercer día, con voz suave y acento que me pareció madrileño, me dijo, “no hace falta que me des hoy, me distes ayer”, mientras me hablaba preparaba un bocadillo partiendo el pan con los dedos, en su interior ponía chorizo del que venden loncheado en bolsas de plástico por un euro.
Tiene aspecto desprotegida, una mirada desconfiada, huidiza, como si tuviera miedo. No sé qué le ha llevado a dormir en la calle, no sé si tiene alguna enfermedad mental, si consume drogas o bebe, aunque no parece ninguna de esas cosas, no me atrevo a preguntarle, yo solo le doy unas monedas cada vez que paso.
Esta noche me he puesto a escribir el artículo para el periódico sentado en mi sillón, el brasero encendido, me he distraído el ruido que hacía la lluvia. He visto en la luz de la farola como el agua cae con fuerza, hace frío y viento y me he acordado de ella encogida en al portal a la intemperie. Quizás tenga unos padres, una familia que la esté buscando mientras ella se refugia en una manta vieja que terminará empapada por el agua y la indiferencia.