Igual que otros años la melancolía entra por la vista con el color amarillo de las hojas de los árboles. Llega un tiempo en el que deseas estar acompañado por la gente que quieres, esas con las que puedes sentirte bien solo por el hecho de que estén sentados a tu lado en la misma habitación, en la misma casa, esas con las que no tienes la necesidad de hablar, sintiendo el bienestar de un cariño al que no le hace falta palabras. Porque en muchas ocasiones la felicidad se esconde en la calma del silencio. Sobre todo cuando pienso en las ocasiones en las que busqué ruidosas compañías a altas horas de la madrugada en bares de garrafón, intentando compartir sentimientos con desconocidas en el desazón de una noche artificial de luces de neón. Un día nació mi hija y me rescató del desasosiego. Aquí está sentada a mi lado oyendo de fondo las teclas del ordenador mientras ve la televisión, sin saber que su padre respira felicidad cada vez que mira los árboles. La siento en el vaivén de las ramas, en el vuelo de las hojas, oyendo su respiración cercana. El sístole y diástole del sentimiento más puro y verdadero.
Veo por la ventana melancólicos y generosos árboles que reparten felicidad sin diferenciar entre unos y otros, entre altos o bajos entre negro o blanco. Una melancolía que se transforma en tristeza alegre, igual que el dolor placentero que se produce cuando presionas una muela dañada. Quedan lejos los paseos descalzos por la playa para empezar a pisotear con las botas de montaña rutas de paisajes agrestes de sierra. Se aproxima un tiempo en el que todavía el sol sigue alumbrando el ocre de la tierra para transformarlo en los tonos naranjas del atardecer que dan vida a la ciudad mientras muere el río asfixiado por la planta invasiva que todos vemos desde los puentes y nadie es capaz de erradicar.
Papá, otra vez escribiendo?
Si. Aunque no viva de escribir me ayuda a vivir. Espero la jubilación para poder terminar el libro que no empecé y que me espera con las hojas en blanco, probablemente a los 75 según dice el ministro de inclusión, Migraciones y Seguridad Social. Seguiremos cotizando hasta los 75 los que no somos ni seremos ministros, si la cosa no se tuerce antes.