Por circunstancias que no vienen a cuento andaba brujuleando por las Vaguadas y me llamó la atención un bar que se llamaba Ricks, como el de Casablanca. Imaginé a Sam tocando el piano y a Bogart fumando en un ambiente misterioso de jazz y humo. Paré el coche para entrar pero estaba cerrado, así que con el olor a cine en blanco y negro y el sabor etílico en la imaginación entré en otro local del que no recuerdo el nombre. Entré a pesar de que con los bares me pasa como con los libros prefiero los conocidos a los nuevos. En los veladores había una pareja. En el interior yo era el único cliente, me senté en un taburete pegado a la barra. Los camareros hablaban de sus cosas. En la televisión tenían puesto el mundial de atletismo, me puse a verlo. Entonces y cuando estaban llegando a la meta las cuatrocentistas, el camarero más joven, uno que me había mirado de arriba abajo cuando llegué, cogió el mando y puso otra cadena. Me giré, pedí la cuenta y me marché con la sensación de que allí estaba estorbando. Sin conocerme le caí mal. Hay gente que cae mal, como Piqué, Aznar, Zapatero, el superintendente, Irene Montero o los ecologistas radicales que si no tenían bastante con lo de Valdecañas ahora les señalan por impedir limpiar el monte para proteger alguna especie rara. Ahora todo el mundo habla de limpiar el monte llevando las cabras y las ovejas como hace algunos años leí en un artículo de Juan Serna, el que fuera Consejero de Medio Ambiente y columnista de este periódico.
Caer mal. Cosas de poca importancia vengo a contar en este ardiente verano en el que esperamos el anunciado otoño negro con pesimismo. Con restricciones de gas, con precios disparados, el euribor por las nubes, la pandemia del covid que no se va, la varicela del mono que llega. Todo, según el gobierno, provocado por Rusia. Si hay alguien odiado es Vladimir Putin que ahora también quiere reforzar su flota con nuevos misiles pensando más en la guerra que en la paz. Putin un presidente que nos está haciendo la vida más difícil con una guerra a la que nadie pone fin. Putin si que cae mal y no un simple cliente en un bar de las Vaguadas viendo atletismo.