Tengo una amiga economista que de vez en cuando escribe unas tribunas precisas, con números y hechos objetivos, rigurosamente analizados e interpretados. Sabe leer en los datos para traducirlos de forma sencilla a un idioma que entendemos los que no tenemos ni idea de economía. Hace días le escribí un “wuasa” diciéndole que me parecía un buen momento para que hiciera un pronóstico para este otoño calificado como catastrófico: La guerra de Ucrania, la visita de Pelosi a Taiwan y sus consecuencias, la inflación, la subida del Euribor y por tanto de las hipotecas, la amenaza del corte de gas y sus restricciones en Europa. Ella me contestó que no, que no era buen momento porque estaba de vacaciones en el extranjero.
Ella disfrutaba como la mayoría después de dos años encerrada por la pandemia, desbravándose con paseos, museos, playas y restaurantes de otros países. La gente ha salido en desbandada para cambiar de escenario y disfrutar y que venga lo que tenga que venir en invierno. Así que los que todavía no hemos cogido vacaciones, los que estamos en el tajo haciendo nuestro trabajo y el del compañero. Los que escuchamos la radio, vemos telediarios y leemos prensa estamos expectantes mientras los demás viven sin pensar en mañana. Procastinar es la palabra del verano.
¿Qué será de los que tengan una hipoteca variable que hayan estado pagando durante20 años sin ninguna falta, les queden 10 y no puede seguir haciéndolo? ¿Les quitaran la vivienda? ¿Los bancos se van a quedar con la casa de la gente?, de esa gente que viven al día y no se pueden permitir que la vida les suba doscientos, ni 100, ni siquiera 50 porque van ajustados. ¿La silenciosa clase media va a seguir resistiendo?
Igual que en muchos trabajos durante el periodo vacacional donde los jefes en lugar de decidir cómo se trabaja tienen que elegir que se deja de hacer ante falta de personal, en otoño tendremos que decidir que dejamos de pagar: los estudios de los hijos, la luz, la hipoteca, el seguro del coche, el ibi, el rodaje, la renta o alguno de los cientos de impuestos que nos cobran cada día. También podemos dejar de comer, es un buen momento para hacer eso que se ha puesto tan de moda del ayuno intermitente.
¿Qué harán con nosotros? ¿Nos quitaran la casa, el coche, los niños, la vida? La silenciosa clase media seguirá callada escuchando de fondo la atronadora palabra guerra mientras unos cuantos se enriquecen