Cuando se estropeó mi ordenador y aquel joven informático de barba abundante, pendiente en la oreja y mirada comprensiva me dijo que el disco duro se había ido, no imaginé que fuera imposible recuperarlo. Uno piensa que todo lo que envuelve el mundo de la informática está por encima de pequeñeces como una subida de tensión eléctrica, pero no es así. La todopoderosa informática te puede hacer perder 15 años de trabajo en un instante, por un aumento de voltaje en la red.
Aunque estuve atento a las explicaciones del informático, solo pille la mitad de las cosas que me enseñaba: megas, giga, disco exterior con no sé cuántas tera, nube, microprocesadores y otra terminología que ahora no recuerdo y además desconozco. Por cierto, no me cobró, aunque solo por la lección merecía un sueldo, era como si se sintiera responsable de las debilidad del sistema informático, culpable de que yo hubiera perdido años de artículos, relatos y miles de fotografías.
Hoy estrené portátil. Tenía mono de volver a teclear. En este tiempo me he quedado con ganas de escribir sobre la exposición de pintura de Paloma Albarrán en el CB de la Av Santa Marina, también de la de Adrián Rolo en la sala Vaquero Poblador de Badajoz. Unos cuadros grandes con mucho colorido. Cuadros intensos que traspasaba la cristalera y se veían desde la calle del Obispo. Adrián, un pintor de 25 años que ha disfrutado su exposición mostrando y explicando sus cuadros y pintando delante de la gente con música en directo de violín y piano.
También me hubiera gustado escribir sobre esos que en nombre del planeta ensucian obras de arte en los museos haciendo un flaco favor a la ecología. En lugar de simpatías están provocando rechazo, igual que los que se empeñan en derribar Valdecañas.
También me hubiera gustado escribir sobre el ambiente fotográfico que se respiró en la ciudad durante el mes de noviembre con negativo. Interesantes charlas y presentaciones de libros, con fotógrafos nacionales y locales. O escribir sobre la instructiva,documentada y entretenida conferencia de la economista y profesora Raquel González Blanco en la Económica.
En fin, ya tengo ordenador y aunque parece que he perdido un poco de mano y me está costando sacar adelante este artículo aquí estoy de nuevo para desgastar teclas, contar cotidianidades y guardar en discos de muchos tera la información para no tener que empezar otra vez de cero, sin parones, porque a escribir se aprende escribiendo, sin interrupción
Diego Algaba Mansilla