Después de tantos años me he vuelto a encontrar con ella. La he visto moverse detrás de la barra con el mismo desparpajo con el que saltaba la goma. La encontré por casualidad en un bar de la calle La Maya. servía cañas en una tasca donde todos los clientes eran hombres mayores: jubilados que tomaban vino tinto en vasos chicos mientras se enfurecían con su corta pensión y los millones de Barcenas. Dejé de verla a los 16 , cuando mis padres cambiaron de domicilio.
La quería con la inocencia que se quiere a esa edad.
Sara, era el objeto de deseo de todos los amigos que nos disputábamos su amor sin que ella lo supiera. Pretendíamos conquistar a aquella muchacha de trenzas rubias intentando ser los más fuertes y brutos, nuestra truco de seducción no era avasallar con flores ni poesía sino a base de balonazos.
Hoy, cuando la he vuelto a ver, me ha venido a la memoria aquellos años incluso he sentido el mismo temblor de piernas de entonces. Me gusta entrar en los bares de mi antiguo barrio: Chinchorro, Salvatierra, Emigrante, Zafer, Llera, el bar de atrás, ahora, lo tiene un chino y en otros hay una frutería.
Me gusta pasear por las calle donde corría en pantalón corto y donde aprendí a jugar al fútbol, a descubrir la amistad, los amores platónicos, el dolor de los desengaños. Por aquellos entonces, en nuestro periodo de cabeza confusa que lucíamos espinillas y pelusa en el bigote, no existía el botellón, no bebíamos alcohol, ni fumábamos estábamos todo el día corriendo por calles sin asfaltar, detrás de un balón, de un amigo o de unas trenzas. Los institutos no eran mixtos, los niños jugamos al fútbol, al burro a rescatar al pincho para poder exhibir toda nuestra brutalidad ante ellas y poder conquistar su corazón.
Ellas se sentaban en los portales para hablar, no había bancos ni parques en los barrios. a nosotros nos intrigaba esas largas charlas donde imaginábamos que eramos el centro de su conversaciones. Mientras ellas hablaban y soñaban con los sedosos cabellos rubios de Richard Clayderman o la voz delicada y chillona del rubio de los Pecos. Que ignorante hemos sido siempre los hombres cuando se pone delante una mujer. Luego, cuando fuimos más mayores, jugamos juntos a las cerillas,así fue como surgieron los primeros besos. También se produjeron acercamientos en el cine de verano Autopista a la luz de la luna y de una pantalla donde hipnotizados por la música silvada de “La muerte tiene un precio” compartiendo una bolsa de pipas mafi y un roce de manos era como tocar el cielo.