Que bonito esta Badajoz cuando empieza a lucir el sol y los árboles se visten con el verde nuevo de la temporada primavera/verano. La gente sale en desbandada de su cuevas de invierno como animalillos ávido de sol. Un día se celebra la fiesta de los Palomos que en realidad es la fiesta de la Fundación Triangulo, de Celdrán, de Wyoming, que actuó el día antes en el Mercantil aprovechando el tirón.
Los palomos me cogieron sentado en un banco de San Francisco, de pronto, el parque se convirtió en una pasarela improvisada de juventud, la juventud es más bella que la sabia arruga. Vi el desfile de moda urbana con destino a la Plaza Alta,vi: escotes, biceps, ombligos,pantalones caídos, short, camisetas ajustadas y sueltas, pendientes, anillos, piercing, brazos masculinos tatuados con nombres de otros hombres, banderas arco-iris. Chicas adolescentes buscaban el equilibrio dentro de unos tacones. Equilibrio que perderán cuando beban todo el arsenal de alcohol que llevan en bolsas de plástico. Jóvenes y menos jóvenes se amontona entre las flamencas paredes de la Plaza Alta al ritmo que marca Bebe. mientras ellos y ellas beben, beben y vuelve a beber haciendo un alto, de vez en cuando, para orinar donde se pueda.
En Badajoz el sol saca a la gente de sus casas.
A la semana siguiente de los palomos se celebra la feria de libro. San Francisco se llena de otro tipo de público, aunque algunos coinciden, aquellos que acuden a todas las convocatorias sea una opera o lanzamiento de huesos de aceituna. Veo a algunos de los que escriben en esta sección, a periodistas de radio, también veo a Miguel Murillo, el columnistas de los martes, que sale un rato, por la mañana, de la terraza del López para presentar su libro infantil “el niño que quería ser rascacielos” y se sube a recibir a la Yerbabuena por la noche.la feria le pilla a Don Miguel cerca,el ingenio también. Veo al cronista de Badajoz, Alberto Gonzalez, de barba recortada, fumando en pipa, sentado en un banco de hierro viendo el trasiego de personal. Javier Feijóo el poeta de la voz rota, el que hace poemas en castuo, ojea un catálogo de poesía. Veo a el vocalista del Desván del Duende, Jose Manauel Diez, con su premiado libro de poesía “Baile de máscara” debajo del brazo. San Francisdo se llena de gente y vendrán otros en los siguientes días, todos acudimos al olor adictivo de la tinta nueva rebajada al 10% y al final del recorrido muchos sucumbimos, a ese otro aroma más mundano de calamares fritos y cerveza fresca. Que sería de la literatura sin sus dosis de alcohol.