Se nos acabo la juventud cuando se quedaron sin respuestas las tres grandes preguntas de nuestra adolescencia, el ábrete sésamo de la felicidad que tantas puertas nos abrió: ¿Estudias o trabajas? ¿Fumas? ¿Bailas? Ya pocos trabajan, fumar es una aberración y bailar pegados no es bailar. Los que nos relacionábamos en la calle, los que lucimos pecho sin haber conocido las caricias al calor de las ultimas técnicas del láser, los que gastamos barbas y empezamos a brillar por la cabeza, desterramos para siempre de nuestro vocabulario las tres llaves de la esperanza.