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Diego Algaba Mansilla

MIGAS CANAS

ONESIMO,EL ALEMAN

ONESIMO,EL ALEMAN | MIGAS CANAS - Blogs hoy.es
Puede que fuese martes el día que observé como desde el fondo de la sala un hombre mayor con apariencia juvenil  miraba inquieto intentando averiguar si aquel funcionario tan tan grande sería  capaz de  resolver su pequeño problema. Llevaba unos papeles doblados en la mano, y una cartera de cartero colgada del hombro. ¿Mucho trabajo?,  preguntó usando un tono amable intentando buscar complicidad con una sonrisa carente de malicia, luego con el tiempo descubrí que siempre tenía ese rictus bondadoso que a veces parecía un poco bobalicón.
Cuando llegó su turno se sentó  al otro lado de la mesa, se dirigió al funcionario con educación y un acento raro de extranjero; dice el médico que no aparezco en su ordenador, que estoy de baja en la Seguridad Social. Habló muy tranquilo, sabiendo que eso era  peccata minuta, un problema fácil de resolver, un error administrativo leve. No tenía ninguna duda de los derechos que le asistían después de haber trabajado durante 40 años en Alemania. Aquel día fue la primera vez que lo vi; se llamaba Onésimo, era de Higuera de Vargas, llevaba un pantalón vaquero, un Chemise Lacoste de imitación, y un bisoñe con abundante pelo. Aquel hombre quería maquillar sus años con efluvios de juventud, envolvía su presencia. con un fuerte olor a colonia   y una agradable sensación de limpieza 
Un día me dijo que le querían mucho allí, le pregunte que si las Alemanas,y una gran carcajada encendió su cara, algo de eso también hubo, me dijo, mientras su risa fue dando un giro hacia la nostalgia. Observé, como cuando pronuncié la palabra ?mujer se le agrandaron los ojos, desde entonces, tuve ganada su confianza y empezó a   considerarme  uno de los suyos. en ese momento pasó a nuestro lado una chica morena alta  de formas redondeadas y andares rotundos, le miré, la miró, y  me miró con unos pícaros ojillos buscando mi complicidad.
A pesar de sus exagerados gestos buscaba en la mujer el pasado y no el gozo. Buscaba en la mujer la juventud que no vivió, como si ellas pudieran  devolverle ese tiempo que se fue para siempre. Mujeres como estas son las que quiero, me dijo. 
Tantas horas encerrado entre tornillos y chapas no le enseñaron que  mujeres como aquellas ya no eran las suyas. La belleza de la mujer le presenta un paraíso imaginado que no conoce ni conocerá ni siquiera sabe si existe. Después de tantos años viviendo en soledad tiene a la mujer idealizada, no miraba a las de su edad, sino a las que veía en la televisión y en las revistas, aunque alguna vez le oí decir que ya no hay mujeres como las de antes: Sofia Loren, Claudia Cardinales o Marylin de la que me enseñó un calendario con una foto en la que sujetaba una falda blanca subida por el viento.
Onesimo Vivía en una calle que tenía nombre de flor en un barrio donde los pisos comienzan a perder altura igual que la vida pierde calidad. Desde  sus ventanas se oyen musica metálica mezclada con el flamenco de  Chichos y  Chuguitos mezclada con voces de madres llamando a sus hijos, un barrio donde los niños juegan descalzos en el barro entre Audis,  Mercedes y carros del Carrefour y que utilizaba para recoger chatarra, los contenedores de basura rebosan pestilentes bolsas del Mercadona llenas con restos de comida.
Después de trabajar en Alemania,y de haber ahorrado mucho dinero se arruinó.
Cuando llegó a España echó en falta una familia, los hijos que nunca tuvo y le hubiera gustado tener, echaba de menos a la mujer que soñó y nunca tuvo, así que la familia que nunca creó en una juventud dedicada al trabajo, viviendo  físicamente en un país y mentalmente en otro, la sustituyó por la barra del bar. Cambio la ternura de la caricia femenina por la musica machacona y multicolor de las máquinas  tragaperras, y por la retahíla de numeros cantados en el bingo. Moneda a moneda y cartón a cartón perdió todos sus ahorros, comenzó a pasear su pena por las calles  con las manos en los bolsillos y los bolsillos vacíos, hasta que con la ayuda de los especialistas se fue curando de sus adiciones. Estaba solo, pero no quería estarlo, se apuntaba a todos los viajes programados por el INSERSO, en los bailes se colocaba una pajarita negra después de embadurnar su piel y sus ropas de Varon Dandy.Bailaba toda la noche como una peonza enloquecida,no podía parar, a las pensionistas no les atraía aquel  hombre bailarín que provocaba mas la burla que la ternura, a él tampoco le gustaban ellas, decía que prefería las finas piernas de las inaccesibles azafatas que dirigían los ocios de los pensionistas, antes que aquellas gordas con  varices. Onesimo bailaba y bailaba, así fue  como muchos años antes en la feria de su pueblo había conocido a Carmen la churrera. Se fue a trabajar a Alemania el mismo día en el que se casó Carmen con el hijo del churrero del pueblo vecino,ella se enamoró de la costumbre y del penetrante olor a aceite de semillas requemado que tenía guardado en su olfato e impregnado en su ropa desde la niñez, Carmen sustituyó al romántico bailarín de boleros por la comodidad de lo conocido.
Onesimo, trabajó en Alemania tantas horas al día que no tuvo tiempo para  conquistar mujeres, nunca fue capaz de aprender el idioma,cuando se jubiló, vino a España. Y fue aquí donde despilfarró todos los ahorros teniendo que vivir de forma espartana con una mínima pensión. Un día dejé de verle, cambio de domicilio, me enteré que se había casado con una cubana joven pero que a las pocas semanas esta lo abandonó.
La Trabajadora Social le buscó un asilo. 
Nadie le echa de menos en Alemania, ni en España,ni en su pueblo,donde  hay una plaza llamada de los Emigrantes y que cambió de nombre en las ultimas elecciones. Yo, lo recuerdo algunas tardes cuando escucho en la radio las canciones de José Luis Perales con las que soñaba para bailarlas abrazado a la mujer que nunca abrazó. Quien sabe si en el asilo por fin vive su vejez mirando el presente o sigue bailando con su pajarita negra  buscando los 40 años que la fábrica de un país extranjero le arrebató.




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