Sentimientos, aventuras, conocimiento, todo escondido entre páginas con olor a tinta fresca recién sacadas de sus cuevas. Libros que salen al encuentro de lectores adictos y lectores nuevos.
Todo empezó un viernes por la tarde con la música y la poesía de Josele. el anterior vocalista del Desván del Duende. Después tomó la palabra Paloma Morcillo dentro de un vestido rojo y una sonrisa nerviosa de anfitriona satisfecha. El Alcalde leyó un texto que llevaba escrito. Eugenio Fuentes habló. lució con la delgadez de los que montan con frecuencia en bicicleta y la sabiduría de los que han cabalgado en más de una ocasión encima del rocín flaco con adarga en mano. Conocí a Agustín Muñoz del que he leído sus tribunas en este periódico, bien escritas y entretenidas en el día que Martín Tamayo le dedicó una columna. Fernando Valbuena: amable, campechano, cariñoso,me dijo con ese acento de vasco pacense que venía del homenaje de Copito celebrado la semana anterior. En la Cope habla de gastronomía, de toros en Onda cero, en este periódico escribe una columna los viernes, otra los domingos, participa en tertulias televisadas, hace presentaciones… Cada media hora se presenta un libro. Escritores sin lectores que igual que los reconocidos también han estado expuestos al relente de la soledad creativa y a horas y días de trabajo aunque no metan cabeza en el laberinto del mercado editorial. Pecellín Lancharro presentó su libro y Francisco Pilo y Plácido Ramirez que siempre está presente en todo lo que huele a poesía. Vi a Alfredo Liñan sentado en una banqueta. Lo conocí por su mirada escéptica, irónica y mordaz, como diciendo; chaval si sigues mirando te doy el domingo con el mazo de mi tambor. En la feria están las cosas importantes de la vida: amor, crimen, muerte pasión, risas y llantos, todo con el deseo de expandirse por Badajoz para que luego, en la intimidad, sentado en el sillón de casa, nos hablen al oído o nos griten a la conciencia. Libros prohibidos, lecturas nocturna, poesía, mujeres, hombres y niños muchos niños que miran con asombro a los cuentacuentos y a títeres sin banderas ni símbolos que los niños solo son niños y su patria es la imaginación.