Un día que iba andando por el Paseo Condes de Barcelona se dirigió a mi un señor que estaba sentado en un velador. Se presentó como Fale Rivero, Presidente del equipo de fútbol Flecha Negra. Me dijo que quería agradecerme el haber mencionado a su hermano en alguna columna. ¿Quién es su hermano?, pregunté. Manolo el Gordo, en aquel momento algo se removió en mi interior que me trasladó a un pasado lejano y hermoso. Aquel mismo lugar donde nos estrechamos la mano, ahora asfaltado, lo había recorrido muchas veces, cuando la amplia avenida de frondosos árboles y edificios nuevos era un campo de hierba salvajes con un sendero hecho por por el ir y venir de muchachos al campo de fútbol de la Federación.
Son varias las generaciones anteriores y posteriores a la mía, relacionadas con el fútbol, que hubiera sentido la misma emoción que sentí yo al escuchar el nombre de Manolo Rivero. Manolo era mi entrenador. Un pintor de brocha gorda con vocación de maestro, un maestro sin título, ni escuela que educó en los valores de la amistad, el trabajo, el compañerismo y la solidaridad a cientos de muchachos. No nos enseñó matemáticas, ni literatura pero si el hacernos saber que con el esfuerzo se podía conseguir los sueños, Nos enseñó que nadie era mejor que nadie. En los partidos no sacaba a los mejores sino a los que iban a entrenar, a los que se esforzaban. Manolo era una buena persona y quería que sus futbolistas fueran, además de futbolistas, individuos íntegros. Su mayor enseñanza era el ejemplo que daba con su dedicación altruista al fútbol. Aquella tarde en la que Fale se presentó como su hermano, me quedé sorprendido. Siempre pensé que su familia era el fútbol, el Flecha Negra y todos los muchachos que pasamos por su equipo. Manolo murió joven. Se le recuerda por un trofeo de fútbol que lleva su nombre. Fue una de las personas grandes del deporte pacense que dedicó su vida a enseñar fútbol y hacernos crecer como personas.
Algunos compañeros triunfaron y fueron futbolista profesionales en primera y segunda división aunque todos fuimos ganadores al aprender con él el valor de la amistad, la solidaridad el sacrificio por el bien común y a saber que las cosas se consiguen con esfuerzo, esas cosas que valían para el fútbol y para la vida.