Se llama María, No sé a que hora comienza su jornada laboral pero si se que trabaja por la mañana, la tarde y parte de la noche.La he visto con la tienda cerrada barriendo y colocando cuando la noches ya está avanzada. Su tienda está entre una carnicería y un tenebroso pasaje comercial conocido como Zafer. La tienda no es suya, pero cuida del negocio como si lo fuera. Sabe que esa es la mejor manera de que todos esten contentos: empresarios y clientes. Maria es una chica joven de madera antigua, de esas que saben vender. Te informa de donde vienen los huevos y si son de gallianas nuevas o viejas, de dónde es la leche, te ofrece el dulce que está en oferta, el recién hecho.
De la tienda de María te vas convencido de que has conprado lo mejor, aunque lo mejor es su sonrisa. Es minuciosa,hace todo lo posible par que el cliente se vaya satisfecho, para que vuelva al día siguiente. A los nilos les da regalos,sale del mostrador para ayudar a los mayores.
El sábado,por la tarde, pasé por la tienda, estaba cerrada, se me hizo extraño no verla con su uniforme rojo y su sonrisa permantente porque ella ya forma parte de mi vida, de la cotidianidad del barrio, forma parte del paisaje como el quiosco de la prensa, como las casas militares. ¿Quién sabe donde andará los días de fiesta? Si el sábado noche consumirá las horas de asueto en un matrimonio monótono o disfrutará con uno niños rubios y traviesos en la alfombra de su casa cantando canciones de Bob Esponja. ¿Qué giro tomará su vida vuando se quita el uniforme de tendera que forma parte de su piel?, ¿que pensará cuando no respire el olor a pan recién hecho? Cuando su vida deja de pertenecer a los clientes y comienza a ser de ella,cuando cierra la puerta de su casa por dentro. Quizás aproveche el poco tiempo que le queda libre para seguir trabajando, para poner lavadores, hacer comida, fregar los baños, esas cosas que el resto de los días no puede, el reloj no da más de si. Quizás termine rendida en un sillón y se quede dormida viendo la televisión, o con un libro entre las manos, y los pies en alto para desanimar a las espectantes varices que se asoman después de una semana enterera detrás de un mostrador. Un mostrador al que dedica,con mimo, días de sol, días de otoño, días primavera, un mostrador donde pasa amaneceres y atardeceres por un sueldo, que probablemente, no supere los mil euros. Trabaja en un local que es más suyo que de los dueños, aunque esté expuesta a que en cualquier momento,ahora que los despidos son baratos,la puedan echar a la calle.
De qué sirve a uno labrarse una vida respetable, obtener un puesto de trabajo y cumplir horarios y obligaciones con fidelidad, cuando un antojo la puede arrojar a la intemperie del desempleo, gratis y sin costos.