Cuando abro el periódico compruebo que hay mucha vida cultura en la ciudad: Semana de teatro, jazz. cineclub en C.O.C. exposiciones en el… Recuerdo,hace algunos años, que salió en Badajoz una guía del ocio. El primer número recomendaba ir a comer cochinillo a los Gabrieles, después, tomar una copa en el Chaqueta roja. El segundo aconsejaba comer en Portugal y el tercero no se publicó por falta de contenidos.
En Badajoz no existía vida cultural ni había entretenimientos para jóvenes, Así que muchos de los muchachos de aquellos años nos desplazabamos a los pueblos de alrededor.
Olivenza era uno de los destinos, estaba cerca. Uno, que todavía arrastra ese punto macarra y callejero, recuerda, como si fuera una fotografía irreal amarillenta y deformada por el tiempo, aquellos años, en los que iba a la discoteca de Olivenza a la que llamaban “chacha” Cuando ponían canciones lentas ellas se sentaban y nosotros, en una ordenada fila, pasabamos mezclados con oliventinos para solicitar una pieza. ¿Bailas?, ¿bailas?, luego, yo,cansado de tanta negativa, me daba una vuelta por el pueblo, así conocí la espectacular luz de la Iglesias de la Magdalena con sus columnas entorchadas, el paseo grande y chico,las mollejas del Fofo, el Liceo y la pastelería Fuentes, donde todavía voy, de vez en cuando, a comprar técula mécula para endulzar el paladar y la fonética con esa amielada músicalidad lusa que los de Acetre han plasmado en sus discos. Unos años en los que los institutos no eran mixto y el sexo contrario era un enigma por descubrir.
Lo importante de aquellas excursiones iniciáticas era tener un amigo con un seiscientos, un ciento veintisete o un Simca mil. La discoteca era el lugar donde se buscaba a esa mujer para toda la vida a la que demostrar todo el romanticismo sublime que llevamos escondido en nuestra adolescencia bruta de balones de fútbol y bolindres de cristal.
En los pueblos,no conocí aquel amor idealizado de los libros pero si el muelle de Barcarrota. los dulces de Marabé, el Castillo de Alburquerque, la Ermita de Carrión,las Iglesias de Jerez de los Caballeros, el chorizo de Valverde de Leganes cuando salía hambriento de la discoteca Yonisur sin haber conocido mujer que se arrimase para practicar, sin temblor de voz, el ¿estudias o trabajas?,ni poder aproximar la sedosidad tierna del cuerpo femenino al fuego del mio entre torpes pasos de elefante en celo disimulando el nerviosismo adolescente del que cree que se esta jugando el porvenir de la felicidad, antes de saber que la felicidad son instantes y que el camino del amor es largo y sinuoso.