Llega septiembre con olor a nuevo, a principio de algo, al inicio de actividades placenteras para el cuerpo y el alma. Llega septiembre para demostrarnos que no somos dueños de nuestras decisiones, que casi todos hacemos lo mismo manejados por el clima y la publicidad. Llega septiembre con una brisa fresca que renueva el ambiente dejando atrás las interminables tardes de verano y las noches de aparcar bebidos en cualquier sitio cuando hay acto oficial.
Llega septiembre. Se van los becarios y todo los pesos pesados del columnismo vuelven con la tecla engrasada para hacernos reflexionar sobre la realidad, sobre el presente y el futuro, sobre lo que tenemos y tendremos, sobre esa política que no es parte de nuestra vida, es nuestra vida. Llega septiembre con los aparcamientos de Decathlon y Sprinter a reventar. La gente llega en coche y sale corriendo. La carretera de las Vaguadas, la Avenida de Elvas y la de la Granadilla se transforma en un paseo multicolor de hombres y mujeres en zapatillas de deporte bañados con el sudor del placer. Empieza septiembre con colas en los gimnasios, en los centro de formación: la UNED, la escuela de idiomas, artes y oficio, academias de baile. En septiembre vuelven los estudiantes a llenar los autobuses que van al campus o se les ve pedaleando en chirriantes bicicletas de alquiler, ya nadie quiere ser carpintero, ni fontanero, ni agricultor, que haremos cuando ya no sepamos cultivar la tierra. Septiembre esta aquí con su aspecto formal de principio de curso y su olor a lápiz y goma de borrar. Llega septiembre, se acaba el libre albedrío en la mesa y en la cama para empezar a cuidar cuerpo y espíritu. Ya ha llegado otro septiembre austero y firme sabiendo que de todos los que empiezan a correr a bailar a estudiar solo algunos llegaran a octubre y muy pocos a noviembre. Llega septiembre, terminaron las bulliciosas mañanas en Castelar moldeando plastilina por tiernas manos infantiles,quedan atrás los juegos de agua en la piscina de la Granadilla. Se acabo la manga corta, la exhibición de tatuajes, los ombligos al aire,los veladores en la acera, la terraza del López, el cine de verano. Empieza septiembre con otro “perdón no volverá a ocurrir” que lo mismo vale para justificar: la caza de elefantes, llevar herencia a Suiza que aparcar en sitios reservado para minusválidos con copas de más.Que filón para letristas de carnaval que bochorno para la ciudad.