Cuando desperté aquel miércoles con la noticia de que Trump había ganado las elecciones sentí el impulso de escribir. Pasado ese primer momento,y después de leer centenares de columnas, noticias, escuchar los comentarios en mi trabajo y en la calle, no sé que decir de un desconocido que me parece tan hortera como Jesús Gil. Veo a Trump mostrando su avión con la misma prepotencia con la que el alcalde de Marbella enseñaba su caballo Imperioso.
Me repele que hable con ese desprecio de mujeres y emigrantes.
La gente es impredecible con su voto. Se pasó de los previsto a la sorpresa, y así, sin darnos cuenta, un presidente negro le dio el relevo a un presidente racista.
Fallaron las encuestas. Ocurrió con el Brexit, ha vuelto a pasar con un Trump al que tomamos a pitorreo en sus primeras y grotescas apariciones y ahora es presidente del país más poderoso del mundo, con permiso de China.
Hay que pensar porque salen elegidos tipos como Trump. No es ,como también he leído por ahí, que existan“analfabetos políticos”, cada voto es la voz del que no tiene voz, un grito en un mundo cada vez mas hostil para los humildes. Estos resultados son producto de la decepción y falta de confianza que tiene la población con los que han gobernado anteriormente. No gana Trump, pierde Hillary.
Lo sucedido en América es aplicable a otras democracias donde hay gente pasando calamidades que se agarran a la promesa de cambio, aunque sean difíciles de cumplir, gente que con su voto desea dar un giro y terminar con lo que les hace cada vez más pobres, vulnerables e infelices y que favorecen la desigualdad.
Dicen que si el presidente de América mueve las pestañas el aire llega hasta Badajoz. Aquí estamos, esperando el ventarrón, expectantes, sorprendidos, asustados e indignados. Seguimos nuestras vidas en esta ciudad tranquila con un ojo puesto en Madrid y el otro en América.
Trump,se une a la lista de Putin, Kin Jong-Un, Maduro, y todos esos que dan miedo y que, incluso, hacen bueno a Rajoy.