Desde que estallara la burbuja inmobiliaria y empezara a engordar sobremanera el número de viviendas sin vender, las promotoras y constructoras se han sumado a la larga lista de morosos de este país. Son tantos los recibos mensuales que llegan a sus oficinas, que al final quedan pendientes hasta las cuotas de la comunidad y el IBI de tantos y tantos pisos y locales.