Aunque en alemán el término “Bach” signifique arroyo, lo cierto es que Bach no era un arroyo, era un auténtico océano de músicas. Nació el 21 de marzo de 1685, en Eisenach y falleció el 28 de julio de 1750, en Leipzig, era descendiente de siete generaciones de músicos y organistas, y estaba destinado a incorporarse a la profesión. Tuvo una niñez feliz y segura. Su padre, que era violinista, le enseñó a tocar el instrumento. A los diez años se desencadenó la tragedia; sus padres murieron con una diferencia de un año. En una época en que los niños huérfanos a menudo quedaban abandonados, Johann Sebastian fue adoptado por su hermano mayor, Johann Christoph, organista y alumno de Johann Pachelbel, compositor del famoso “Canon”. Su hermano enseñó a Johann Sebastian a tocar el teclado, y a los quince años le consiguió el primer empleo remunerado en un coro de iglesia. A lo largo de su vida, Bach ocupó una serie de cargos como organista y compositor de la iglesia o la corte. En 1707 falleció uno de los tíos de Bach, y le dejó una suma de dinero. Así pudo casarse con la joven a quien se veía con frecuencia en la galería del órgano, escuchando a Bach cuando ensayaba. Era su prima María Bárbara Bach.
La felicidad de ambos dio fruto en muchas composiciones y siete hijos. Bach se sintió desolado cuando su esposa murió repentinamente en 1720. Tenía sólo treinta y cinco años y, como no deseaba ser el padre único de sus hijos, a fines de 1721 contrajo matrimonio con Anna Magdalena Wilcke. Anna Magdalena era una joven culta y de espíritu musical, y también una buena copista, una cualidad sumamente útil antes de la invención de la imprenta. Tuvieron trece hijos. Para ella compuso o adoptó los famosos minuets y otras piezas pequeñas del Cuaderno de Anna Magdalena. De sus veinte hijos, diez fallecieron en la infancia y cuatro llegaron a ser compositores.
En 1723 Bach solicitó y obtuvo el prestigioso cargo de director de música y cantor de la Thomasschule de Leipzig. Tenía treinta y ocho años y estaba en la cumbre de su carrera. Allí siguió viviendo el resto de su vida.
Ciego los últimos años de su vida, Bach continuó componiendo. Fue operado por el oculista inglés viajero, John Taylor -que había intervenido torpemente las cataratas de Handel y es probable que la cirugía y el tratamiento posterior apresuraran la muerte del compositor. La muerte de Bach en 1750 señaló el fin del período barroco. Aunque parezca irónico, el enorme tesoro musical de Bach, ampliado por Haydn y Mozart y estudiado por Beethoven, permaneció intacto en las galerías destinadas a los órganos hasta que fue descubierto, ochenta años después, por Félix Mendelssohn.
Quizás el mejor representante de esta tradición matemático-musical es Johann Sebastian Bach. Probablemente ningún músico haya innovado y aportado tanto a la música en síntesis, organización y maestría técnica que Bach. La música de Bach parece confirmar la idea platónica de que la belleza es orden, una imagen de los principios arquetípicos de la creación. Aunque en su época no se le reconoció tanto, Bach ha ido ganándose un respeto cardenal entre músicos; Beethoven llamó a Bach “el padre original de la armonía”, reconociendo la influencia contrapuntística del maestro.
En la última etapa de su vida Bach se interesó mucho por la simetría musical, creando una serie de acertijos o problema musicales para sus alumnos. Estos acertijos o puzzles están sobre todo presentes en sus cánones y fugas, los cuales debían ser descifrados para poder ser interpretados correctamente, por ello la inscripción de Quaerendo Invenietis (“Busca y deberás encontrar”) en su colección Ofrenda musical, BWV 1079, una de las grandes obras maestras de simetría musical y en la cual se revela la visión toral de Bach: la música es una ofrenda a la divinidad, y en ella la gloria divina se transparenta.
La música de Bach tiene cualidades sorprendentes, como explica Joel Robertson en su libro Natural Prozac, es capaz de relajar y energizar a las personas, incluso estimulando la producción natural de serotonina. Así que te recomendamos pasar esta tarde escuchando las fugas de Bach, dedicarte a una actividad creativo-reflexiva y poner a prueba la magia o la medicina del sonido.