Desde siempre pensadores y poetas se han preguntado sobre el “Ars Amandi” o arte de amar, desde Ovidio a Erich Fromm, porque a medida que vamos madurando, los seres humanos tomamos conciencia de que tal vez no hemos sabido amar siempre de una forma constructiva, de que el afecto hacia nuestros semejantes no siempre les ha hecho disfrutar más de la vida, respirar a pleno pulmón, descubrir su propia libertad y todo lo que el mundo les tenía reservado…porque saber amar es realmente un arte.
De esto trata el último de los boleros de nuestro nuevo disco, “horas felices” reflexiona sobre todo aquello que deseamos ofrecer a nuestros seres queridos y no alcanza a lograr su objetivo. El arte de amar es una obra con la que Erich Fromm ha ayudado a varias generaciones a reflexionar sobre el amor y a responder a algunas preguntas aparentemente sencillas: ¿qué significa amar? ¿Cómo desprendernos de nosotros mismos para experimentar este sentimiento…? Fromm nos explica que el amor no es sólo una relación personal, sino un rasgo de madurez que se manifiesta en diversas formas: amor erótico, amor fraternal, amor filial, amor a uno mismo…Nos dice también que el amor no es algo pasajero y mecánico, como a veces nos induce a creer la sociedad de hoy. Muy al contrario, el amor es un arte, el fruto de un aprendizaje. Por ello, si queremos aprender a amar debemos actuar como lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, ya sea la música, la pintura, la carpintería o el arte de la medicina. O, por lo menos, no dedicar nuestra energía a lograr el éxito y el dinero, el prestigio y el poder, sino a cultivar el verdadero arte de amar.“El amor intenta entender, convencer, vivificar. Por este motivo, el que ama se transforma constantemente. Capta más, observa más, es más productivo, es más él mismo.”
Probablemente se trate de un aprendizaje que no se terminará mientras vivamos, las cosas más importantes de la vida, las que realmente nos hacen felices, no se pueden comprar en ningún lado, no dependen del dinero ni de los títulos académicos, no dependen del reconocimiento social, solo se reciben en el amor y gratuitamente.Las personas que han alcanzado la madurez afectiva son muy libres interiormente, seguras de sí mismas y por eso naturalmente más humildes y creativas, mucho mejor preparadas para amar.
Cuando logramos aceptarnos a nosotros mismos, aceptamos a los demás con menos dificultades y no estamos pendientes de cómo los demás son con nosotros, sino de cómo amamos nosotros, de cuán auténticos y libres somos para poder construir relaciones más profundas y auténticas. La libertad que brota del amor deja fuera todos los miedos e inseguridades. En palabras de Agustín García Calvo;
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.