Apenas dos generaciones han bastado para olvidarnos de él, nuestro fiel compañero, el burro, que ha formado parte fundamental del entramado económico y estético de los pueblos extremeños.
Presente ya en la cultura occidental desde las fábulas de Esopo en las que la figura del burro representa el papel de los humildes en diversas situaciones: algunas veces se cree importante y los poderosos le ponen en su lugar como en “el asno y el león” o “el asno y la imagen”, aunque también el humilde asno da alguna lección a los poderosos y los arrogantes como en “el asno y el lobo” o en “el caballo y el asno”.
Citando ejemplos más cercanos podemos recordar a Rucio, el burro de Sancho Panza en la obra maestra de literatura española “El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha”, el burro Benjamín que representa a la clase intelectual en Rebelión en la granja de George Orwell, o, por supuesto el inolvidable Platero, de la obra de Juan Ramón Jiménez “Platero y yo”.
Constante en la iconografía cristiana desde el nacimiento en Belén donde Jesús está escoltado por un asno y por un buey acorde a lo dicho por antiguas profecías o en el Domingo de Ramos, cuando se rememora la llegada de Jesús a Jerusalén montado sobre de un burro y recibido por la multitud con hojas de palma, cuyas estatuas procesionales son conocidas popularmente como la borriquita. La huida a Egipto también se representa a lomos de un burro y los asnos aparecen mencionados muchas veces en la Biblia hebrea.
Empeñados, como estamos, en reivindicar la cultura popular hemos querido recuperar esta canción y la memoria de nuestros sufridos amigos los burros. Las historias de estas canciones populares, sus tonalidades, tenían algo tremendo, algo que hoy creo que no se da: hay un punto de vista donde lo inevitable, el fatum (lorquiano), pesa, alumbra desde dentro, quemando a unos personajes que deambulan por las historias cantadas.
La canción es muy corta, parte del momento en que el burro de la tía vinagre muere, hace un pequeño recorrido por su triste vida y toma una panorámica del entierro, totalmente surrealista: esa tía María tocando el cencerro a modo de repique funeral el día que el pobre animal deja de padecer tanta explotación. El turururú que se repirte a modo de letanía es, además de un elemento mnemotécnico para que los niños canten rápidamente. La canción puede hacernos entender como ha cambiado nuestra visión del animal en la sociedad para muchos de nosotros.