Recuerdo una canción que cantaba María Ostiz y que decía… un pueblo es (clica para escucharla) abrir una ventana en la mañana y respirar.
Aquello, escuchado en la gran ciudad, te hacía preguntarte si acaso no se respiraba igual, cuando yo pensaba, ¿qué más da en un sitio que en otro?
Durante algunos años tuve la oportunidad de vivir en una y les puedo asegurar que no… que no se respira igual en la ciudad pequeña, en un pueblo o en la gran ciudad.
Ahora, con la primavera ya avanzada y después de jornadas de lluvias, nuestros cielos se muestran impolutos, claros, limpios y saludables… salir a pasear es un regalo que nos podemos hacer para los sentidos. Les enseño el cielo de la ‘plaza del torico’ en Teruel. Yo viví también aquí. Otro día les hablaré de ello.
Aún así, no todos tienen la suerte de poder abandonar la ciudad para disfrutar de un bosque, del campo, de la ribera de un río fresca y sombría.
Para todos ellos, personas mayores, u otros con dificultades de movilidad o simplemente con poco tiempo… se me ocurre una sugerencia y la voy a transmitir con el ejemplo de lo cercano, de lo que conozco y conocen.
Imaginemos una plaza, en la que en el centro, el agua juega con las palomas en su caída a borbotones. Una fuente en la que mitigan su sed o utilizan para remojar sus alas… el sonido del agua… tan relajante. Esto lo podemos oír y ver, incluso tocar… ahora utilicemos el olfato y dejemos que penetre el dulzor del azahar… frente a los naranjos y con los ojos cerrados y al abrirlos, nos regalan los verdes de las hojas, los naranjas de sus frutos y los blancos en sus flores.
Es su presente a cambio de nada, el frescor de una vida plena… me refiero, como imagino han averiguado ya, al entorno de la Catedral de Plasencia. Uno de mis rincones favoritos. También para algunas jóvenes parejas que, con tan delicioso perfume, disfrutan de arrumacos primaverales. ¡Qué tiempos aquellos!
Son muchas las ocasiones en las que paso por aquí en las mañanas o tardes. Antes, cuando vivía mi perro y en ocasiones iba para juguetear con los frutos caídos a modo de pelota y otras, nada mejor que sentarte en un banco a leer un libro y todo ello al lado de casa y dentro de la ciudad.
Quienes realmente saben de lo que hablo, son las personas que trabajan en los alrededores, juzgados, las Claras, en la misma Catedral. Si quieren disfrutar de ello, aprovechen estos días pues pronto pasa y el olor del azahar se perderá hasta el año que viene.
Decía Lord Byron: No amo menos al hombre, pero amo más a la naturaleza.