Tras los momentos que hemos ido vivido a lo largo estas semanas de confinamiento una de las cosas que más anhelábamos era el poder salir al exterior y respirar aire puro. ¡Teníamos deseos de libertad! Y aún a día de hoy los seguimos teniendo aunque poco a poco la vamos recuperando en esta “desescalada”.
Ha sido de siempre la conquista por la libertad una de las luchas que más ha perseguido el ser humano. Así nos lo decía Cervantes en palabras de nuestro famoso Don Quijote:
«La libertad, amigo Sancho, es uno de los primeros dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.»
Sin embargo la libertad implica ese algo más que salir fuera de tu casa, hacer aquello que te apetece o dejarte llevar por lo que sientes. La libertad te pertenece: es ante todo interior, ya que te brinda la posibilidad de poder escoger o decidir, y por ese motivo te compromete. Sin embargo es ante esa posibilidad de elección cuando hace su aparición el miedo, nuestra respuesta más común y ante la cual tendemos a utilizar diversos mecanismos de defensa, y a dejarnos llevar por una marcada tendencia a la homeostasis: quedarnos como estamos y en lo que estamos.
“Pero, y ahora ¿por qué acabas de encenderlo nuevamente?
-Es la consigna-respondió el farolero.
-No te comprendo-le dijo el principito.
-No es necesario comprender nada. La consigna es la consigna. Buenos días.-dijo el farolero, apagó el farol y secó su frente con un pañuelo a cuadros rojos.”
Como nos dice el principito seguimos consignas como un modo de proceder automático, en donde a veces no cabe ese espacio para reflexionar y para saber porque actuamos así o simplemente ni nos lo cuestionamos, siendo por lo general por ese motivo muy resistentes a hacer cambios y a manejarnos en la vida ante situaciones diferentes. Elegimos movernos mejor en espacios que nos aportan seguridades. Y esto es lo que verdaderamente frena la libertad originándose relaciones de dependencia, en donde dejo mi libertad y por consiguiente la responsabilidad de mi vida en las circunstancias y en manos de los demás. 
Por eso al verdadero miedo que hay que temer no es a no tener libertad de movimientos en espacios físicos, sino a no emplear bien la libertad que se te ha concedido para ponerla en juego y hacer de ella el instrumento, que te permita iniciar y despertar el cambio que quieres para ti. Pues el verdadero cambio solo proviene del deseo de hacerlo, de tu interior y de querer hacer un cambio estructural en tu vida. Por eso ten presente que la libertad solo se conquista cuando se desafía al miedo y a las seguridades. Depende de ti como enfocarte para lograrlo.