En un mundo en el que nos ha tocado vivir son muchos los que creen que hay que perseguir narrativas que nos ayuden a infundir esperanza, lejos de mensajes o actitudes que favorezcan el miedo.
En este sentido la educación que va íntimamente unida a la vida, tiene entre otros muchos ese reto. Y así es, porque los nuevos modelos de aprendizaje así como sus metodologías apuntan a que estén cada vez más vinculados a ella, favoreciendo de esa manera que nos enriquezca fundamentalmente con valores y actitudes y comportamientos que nos ayuden a vivir mejor nuestra vida, y más aún en el caso de los menores.
De esta manera la vida nos sorprende con gran variabilidad de momentos. Aunque es cierto que cuando tocamos el dolor, el sufrimiento y como no la muerte, cada vez más aparecen esas paradojas que envuelven a nuestra sociedad y se va creando ese rechazo a como mirarlo o abordarlo. Por el contrario, ¿por qué tememos hablar de la muerte cuando ocurre, mientras que disfrutamos de su representación en fiestas como Halloween o similares? ¿Cómo afecta esto a los duelos y a nuestra relación con la muerte?
En muchas ocasiones queremos enseñar a los más pequeños a que no tengan miedo al sufrimiento o la muerte, sin embargo las actitudes y comportamientos que a veces se celebran en torno a esta temática pueden derivar incluso en miedos infantiles. Así, se deja atrás el acceso a compartir la vivencia de la muerte pero cuando llega paradójicamente no produce diversión, todo lo contrario. Y querer vivir esas emociones y sentimientos se hace difícil porque al preservarlos de vivirlos, no están acostumbrados a hacerlo.
Es cierto que de todo esto no somos conscientes, porque nos dejamos llevar por lo que se lleva y no decidimos nosotros lo que queremos que se lleve o al menos tomar otra serie de actitudes o acciones si queremos optar por ello. El caso es que se silencia hablar de la muerte, precisamente produciendo esa reacción de miedo que no queremos. Desperdiciamos una serie de oportunidades para ser compasivos y experimentar emociones y sentimientos que son humanos, haciendo que el tiempo de duelo no sea vivido con normalidad.
La autora Elisabeth Kübler-Ross, pionera en el estudio del duelo, señalaba que “la negación es una de las fases iniciales del duelo” pero la aceptación de la muerte favorece que el duelo se convierte no solo en un proceso doloroso, sino en una oportunidad para la transformación y el crecimiento emocional.
Por todo ello se hace necesario empezar a optar por una pedagogía que nos invite a tener otra mirada más honesta y compasiva, comenzar a vivirla no con miedo sino todo lo contrario e ir mostrando esas nuevas narrativas que favorezcan nuestra salud emocional para aceptarla e integrarla. Y de esa manera también tener una experiencia inclusiva de emociones y sentimientos de dolor.
Porque al fin y al cabo más tarde o más temprano es algo que hay que afrontar a lo largo de nuestra vida, incluir la muerte en la educación no solo ayuda a enfrentar el dolor, sino también a desarrollar empatía, gratitud y vínculos profundos. Una pedagogía de la muerte muestra que el sufrimiento y la pérdida forman parte de la experiencia humana, y prepararnos para ello nos ayuda en ese camino a que los temores puedan disolverse, y que la muerte pueda convertirse en una oportunidad para valorar más la vida, aceptarla y acogerla con mayor gratitud.
Carl Jung: “El duelo no es un signo de debilidad, sino un testimonio del amor que hemos tenido.”