Una de las cosas que más nos cuesta es encontrar la paz, estar en paz en medio de nuestra vida cotidiana. El ruido, las dificultades y muchas otras cosas no la facilitan hoy en día, acentuado como no, por tantos acontecimientos vividos tras la aparición de la Covid 19. Así saborear cada instante de nuestra vida se convierte en todo un reto personal, sobre todo cuando hay que eliminar tanto ruido que no procede tanto del exterior como si de nuestro interior. Es difícil en esa situación escuchar a nuestro corazón y después como no escuchar al otro. De esta manera, ¿Cómo es posible recibir un mensaje y transmitirlo?
Desde luego que si es posible, solo cuando el corazón esta disponible para ir al encuentro, como le ocurrió hace mucho mucho tiempo a una niña llamada Bernardita. Ella fue portadora de un gran mensaje para la humanidad al abrir su corazón para recibir el mensaje de la Virgen María, conocida hoy en en el mundo entero bajo la advocación de Ntra. Sra de Lourdes. Así es como gracias a esta niña, como Lourdes se ha convertido hace más de 150 años en un remanso de paz para el espíritu y el corazón al que acuden personas de diferentes partes del mundo. Y en gran medida aquellas con alguna dolencia física, psicológica o espiritual.

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Por todo ello decidí ser parte de una peregrinación a Lourdes, esta vez de manera muy diferente como voluntaria, organizada por la hospitalidad de Lourdes de la diócesis de Coria-Cáceres. Volver a experimentar un gozo en el corazón, responder a una llamada no solo interior sino a una llamada de Aquel que siempre me soñó, que me dio la vida y que sabe cómo tocar mi corazón. Siempre a través de su madre, y de su presencia divina que se respiraba en Lourdes de una manera especial, a la que es difícil poner palabras.

Es así como encontré por unos días no solo un verdadero descanso sino paz para el corazón y para el alma. Como bien dijo en su visita a Lourdes el papa Juan Pablo II: “Lourdes es una fuente donde la conciencia adquiere y recupera su pureza”.