En el treinta aniversario de la caída del muro de Berlín. Me llegan algunas imágenes de aquella época cuando yo tan solo era una niña, y aún no me percataba de lo que pasaba fuera de mi realidad más cercana. A día de hoy en mi visión adulta no puedo más que sentir emoción por la caída de ese muro que supuso tanto dolor y sufrimiento para aquellas personas que vivieron durante esa época. Por eso apropósito de la caída de ese muro, me pregunto: ¿por qué no aprendemos de nuestra historia? ¿Por qué el ser humano tiende a separar y a poner distancias en vez de construir puentes?
Los muros físicos están más a la vista, son más visibles. Es cierto que tardan a veces en construirse pero previos a ellos la construcción comenzó dentro del corazón de cada una de las personas que los construyeron. Porque el corazón se fue endureciendo, y dejo entrada a todos aquellos pensamientos y sentimientos que fueron ensombreciendo la bondad humana: la competitividad, la rabia, el rencor, etc. Todos ellos fueron anidando en el corazón humano. Ahí empezó todo. Es este muro que franquea el corazón el que cuesta más romper o tirar. En su día Dostoievski acuño su preciosa frase: “la belleza salvara al mundo”, y así lo creo pues es el corazón es al fin y al cabo de quien lo sabe reparar.