Y Guadalupe fue el pueblo escogido por Ferrero Rocher para celebrar la noche vieja y recibir al año 2020. Este pequeño pueblecito de Cáceres, escondido entre montañas ya empezó a ser lugar de encuentro para muchos, días atrás. Pues en él se hizo la luz, volvía a renacer por Navidad haciendo posible el sueño de acoger una gran fiesta de luz y colorido que llego a todo su esplendor en esta noche vieja pasada.
Fue una despedida de año diferente, un acontecimiento de gran belleza, ilusión y alegría. Todo un regalo para aquellos que tuvimos la suerte de poder estar allí presentes.
Y es que la riqueza de este pueblo está en su monasterio declarado como patrimonio de la humanidad por la Unesco hace 25 años. Y su mayor joya la Virgen de Guadalupe que lo preside. Un escenario que nunca ha pasado desapercibido y que ha recibido a multitud de peregrinos como aquel momento histórico de la visita de papa Juan Pablo II en 1982.
Sin embargo nunca antes pudo considerar que una noche vieja como esta iba a tener tanta repercusión. Y a día de hoy podemos decir que ha pasado a los anales de la historia y que con ello ha abierto aún más sus puertas al mundo entero.
Doy gracias por seguir también esta senda de luces al igual que siguieron hace más 2000 años aquellos lejanos magos de oriente a aquella estrella que lucía en el horizonte, y poder haber vivido ese acontecimiento tan especial de dar la bienvenida a este nuevo tiempo que me concede y me regala la vida. Desde ése escenario lance mis deseos al viento con el firme propósito de poner de mi parte para que también pudieran cumplirse.
¡Mis mejores deseos y bendiciones para este 2020!