Amigos, tengo miedo. Sí, he de reconocerlo, voy a tener un bebé dentro de pocos meses y creo que será un ser adorable, pero a veces me da la sensación de que en vez de un niño voy a crear una máquina de molestar e incomodar a los demás en hoteles, parques y restaurantes.
Nunca he tenido un niño así que no sé cómo voy a reaccionar cuando mi hijo, que será un sol de bebé pero de vez en cuando tendrá una pequeña (o enorme) rabieta en público y tendré que enfrentarme a carteles como el que aparece en la fotografía de arriba o que me apliquen técnicas disuasorias como las que se explican en este texto:
Una vez conocidos los puntos fuertes de nuestro “enemigo” será el momento de solucionarlo y para ello os recomiendo empezar por mirar a los padres con cara de “tienes unos niños guapísimos, pero estarían más bonitos aún con su abuelita y/o niñera“; si eso no surte efecto pasaremos a hacerlo con la cara del que mató a Bin Laden, acompañándola de tosidos cortos y continuados; y si con todas y con esa siguen sin remediar la situación, lo mejor es ponerse el disfraz de chivato y darle un toque al jefe de sala, que para aquel entonces ya será consciente del guirigay y estará esperando la más mínima queja de un cliente para poder obrar con mayor libertad
Eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca…
David Monaguillo
Espero que mi pequeño retoño no me ponga en demasiadas situaciones como esta, y mi mujer y yo intentaremos que se comporte de manera educada y respetuosa siempre que nos sea posible. Pero creo que hay gente que se pasa con los reproches y que no entiende que en la sociedad en la que vivimos además de trabajos, facturas, y cosas de adultos, comparten el mundo con otros habitantes a los que estar tres horas sentados discutiendo de política es, sencillamente, demasiado para sus fuerzas.
En todo caso, creo que el truco está en mantener las formas. Tanto los padres en hacer un esfuerzo por que sus hijos no molesten y en el resto hacer un ejercicio de paciencia y si se ven obligados a llamar la atención a unos padres que sea siempre con educación.
Esto me recuerda a una historia que cuenta mi madre de cuando yo era pequeño, tendría unos tres o cuatro años. Estábamos en la recepción de un hotel y mis padres me habían comprado una trompeta de plástico. Como es normal yo andaba por toda la recepción dando por saco, tocando el instrumento hasta que un señor me llamó la atención y me quitó la trompeta. Cómo no sería de maleducado ese hombre para que mi madre, que los que la conocen podrán dar fe de que es una mujer elegante y educada, me devolvió la trompeta y me dijo que siguiese tocando.
Por eso creo que es mejor ponerle un poquito de sentido del humor y, en caso de tener que poner carteles disuasorios para los padres indolentes que sean parecidos a este: